La prolactina, que se segrega también en la hipófisis anterior, actúa de forma sinérgica con la LH y la testosterona estimulando la función reproductiva masculina. La prolactina se une a receptores específicos presentes en la célula de Leydig y aumenta la cantidad de complejos receptor-andrógeno en el núcleo de los tejidos sensibles a los andrógenos (Baker y cols. 1977). La hiperprolactinemia se asocia a reducciones del tamaño de los testículos y de la próstata, del volumen de semen y de las concentraciones de LH y testosterona circulantes (Segal y cols.
1979). La hiperprolactinemia también se ha asociado a impo- tencia, aparentemente independiente de la alteración de la secreción de testosterona (Thorner y cols. 1977).
Para cuantificar la concentración de los metabolitos de las hormonas esteroideas en orina, se debe tener en cuenta la posi- bilidad de que la exposición que se esté estudiando altere el metabolismo de los metabolitos excretados. Esta cuestión tiene una importancia especial, ya que la mayoría de los metabolitos se producen en el hígado, uno de los órganos diana de muchas sustancias tóxicas. Por ejemplo, el plomo reduce la cantidad de esteroides sulfatados excretados en la orina (Apostoli y cols.
1989). Los niveles sanguíneos de ambas gonadotropinas aumentan durante el sueño a medida que el varón inicia la pubertad, mientras que los niveles de testosterona mantienen este patrón diurno a lo largo de la vida adulta de los varones
(Plant 1988). Por ello, las muestras de sangre, orina o saliva se deben recoger aproximadamente a la misma hora del día, para evitar variaciones debidas a los patrones diurnos de secreción.
Los efectos evidentes de una exposición tóxica dirigida al sistema neuroendocrino reproductivo se ponen de manifiesto con más probabilidad mediante la alteración de las manifestaciones biológicas de los andrógenos. Entre las manifes- taciones reguladas significativamente por los andrógenos en el varón adulto que se pueden detectar en una exploración física básica figuran los siguientes: 1) retención de nitrógeno y desa- rrollo muscular, 2) mantenimiento de los genitales externos y órganos sexuales accesorios, 3) mantenimiento del aumento de tamaño de la laringe y del engrosamiento de las cuerdas vocales responsables de la voz varonil, 4) crecimiento de la barba, vello axilar y púbico y recesión temporal del cabello y calvicie, 5) libido y actividad sexual, 6) proteínas específicas de órganos en los tejidos (p. ej., hígado, riñones, glándulas salivares) y 7) conducta agresiva (Bardin 1986). La modificación de cual- quiera de estos rasgos puede indicar que la producción de andrógenos está afectada.
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