La historia del cáncer profesional se remonta al menos a 1775, año en que Sir Percivall Pott publicó su clásico informe sobre el cáncer escrotal en deshollinadores, relacionando la exposición al hollín con la incidencia del cáncer. El hallazgo tuvo cierto efecto inmediato, puesto que se concedió a los deshollinadores de algunos países del mundo el derecho a bañarse al finalizar la jornada de trabajo. Los estudios actuales sobre los deshollinadores indican que los cánceres de escroto y de piel están controlados, aunque subsiste un riesgo elevado de otros cánceres.
En el decenio de 1890, un cirujano notificó la aparición de un grupo de cánceres de vejiga en una fábrica de colorantes alemana cercana a su hospital. Más adelante, los compuestos causantes fueron identificados como aminas aromáticas, que desde entonces están clasificadas como sustancias cancerígenas en la mayor parte de los países. Como ejemplos posteriores hay que mencionar el cáncer de piel en los pintores que utilizaban radio, el cáncer de nariz y de senos paranasales entre los trabajadores de la madera provocado por la inhalación de serrín y la “enfermedad de los hilanderos”, esto es, el cáncer de escroto en los trabajadores de la industria del algodón provocado por los vapores de aceites minerales. La leucemia inducida por exposición al benceno en la industria de reparación y fabricación de calzado representa otro peligro que se ha reducido tras la identificación de los cancerígenos en el lugar de trabajo.
El caso de la relación del amianto con el cáncer ejemplifica un episodio de retraso importante entre la identificación del riesgo y la adopción de medidas reguladoras. Ya en el decenio de 1930 comenzaron a acumularse resultados epidemiológicos que indicaban que la exposición al amianto estaba asociada a un mayor riesgo de cáncer de pulmón. Hacia 1955 había ya pruebas más convincentes, pero hasta mediados del decenio de 1970 no se dieron los pasos necesarios para la adopción de medidas legales.
La identificación de los peligros asociados al cloruro de vinilo es la otra cara de la moneda, pues en este caso la identificación del cancerígeno fue seguida de la adopción inmediata de medidas legales. En el decenio de 1960, la mayor parte de los países habían adoptado un límite de exposición para el cloruro de vinilo de 500 ppm. En 1974, tras los primeros informes sobre una mayor frecuencia de un raro tumor hepático, el angiosarcoma, en las personas que trabajaban con cloruro de vinilo se inició inmediatamente la realización de estudios en animales de experimentación, que dieron resultados positivos. Una vez identificado el cloruro de vinilo como cancerígeno, se adoptaron medidas legales para la reducción inmediata de la exposición al límite actual de 1-5 ppm.
En el decenio de 1890, un cirujano notificó la aparición de un grupo de cánceres de vejiga en una fábrica de colorantes alemana cercana a su hospital. Más adelante, los compuestos causantes fueron identificados como aminas aromáticas, que desde entonces están clasificadas como sustancias cancerígenas en la mayor parte de los países. Como ejemplos posteriores hay que mencionar el cáncer de piel en los pintores que utilizaban radio, el cáncer de nariz y de senos paranasales entre los trabajadores de la madera provocado por la inhalación de serrín y la “enfermedad de los hilanderos”, esto es, el cáncer de escroto en los trabajadores de la industria del algodón provocado por los vapores de aceites minerales. La leucemia inducida por exposición al benceno en la industria de reparación y fabricación de calzado representa otro peligro que se ha reducido tras la identificación de los cancerígenos en el lugar de trabajo.
El caso de la relación del amianto con el cáncer ejemplifica un episodio de retraso importante entre la identificación del riesgo y la adopción de medidas reguladoras. Ya en el decenio de 1930 comenzaron a acumularse resultados epidemiológicos que indicaban que la exposición al amianto estaba asociada a un mayor riesgo de cáncer de pulmón. Hacia 1955 había ya pruebas más convincentes, pero hasta mediados del decenio de 1970 no se dieron los pasos necesarios para la adopción de medidas legales.
La identificación de los peligros asociados al cloruro de vinilo es la otra cara de la moneda, pues en este caso la identificación del cancerígeno fue seguida de la adopción inmediata de medidas legales. En el decenio de 1960, la mayor parte de los países habían adoptado un límite de exposición para el cloruro de vinilo de 500 ppm. En 1974, tras los primeros informes sobre una mayor frecuencia de un raro tumor hepático, el angiosarcoma, en las personas que trabajaban con cloruro de vinilo se inició inmediatamente la realización de estudios en animales de experimentación, que dieron resultados positivos. Una vez identificado el cloruro de vinilo como cancerígeno, se adoptaron medidas legales para la reducción inmediata de la exposición al límite actual de 1-5 ppm.
No hay comentarios:
Publicar un comentario