Numerosas publicaciones internacionales se ocupan de los riesgos para la salud que suponen el trabajo nocturno y por turnos. Se suele admitir que el trabajo por turnos es un factor de riesgo que, junto con otras exigencias relevantes (incluidas las indirectas) relacionadas con el trabajo y otros factores relacionados con las expectativas profesionales, provoca efectos negativos.
En la última década, la investigación sobre el trabajo por turnos se ha centrado sobre todo en los efectos a largo plazo del
trabajo nocturno y por turnos en la frecuencia de enfermedad cardiovascular, sobre todo de cardiopatía isquémica y de infarto de miocardio, así como en los factores de riesgo cardiovascular.
Los resultados de estudios epidemiológicos, sobre todo los realizados en Escandinavia, indican que el riesgo de cardiopatía isquémica y de infarto de miocardio es mayor en los trabajadores por turnos (Alfredsson, Karasek y Theorell 1982; Alfredsson, Spetz y Theorell 1985; Knutsson y cols. 1986; Tüchsen 1993). En Dinamarca se ha llegado a estimar que el 7 % de las enfermedades cardiovasculares, tanto en varones como en mujeres, pueden guardar relación con el trabajo por turnos (Olsen y Kristensen 1991).
La hipótesis de que los trabajadores nocturnos y por turnos tienen un riesgo mayor (el riesgo relativo estimado es 1,4) de enfermedad cardiovascular es respaldada por otros estudios que consideran factores de riesgo cardiovascular, como la hipertensión o los niveles de ácidos grasos, en los trabajadores por turnos en comparación con los trabajadores en turno fijo de día. En varios estudios se ha demostrado que el trabajo nocturno y por turnos puede provocar hipertensión y aumentar los niveles de triglicéridos y/o de colesterol séricos (así como fluctuaciones dentro de los límites normales de colesterol de las HDL en un nivel de colesterol total aumentado). Estos cambios, junto con otros factores de riesgo (como el consumo de cigarrillos intenso y el sobrepeso en los trabajadores por turnos) pueden aumentar la mortalidad y la morbilidad por enfermedad aterosclerótica (De Backer y cols. 1984; DeBacker y cols. 1987; Härenstam y cols. 1987; Knutsson 1989; Lavie y cols. 1989; Lennernäs, Åkerstedt y Hambraeus 1994; Orth-Gomer 1983; Romon y cols. 1992).
Globalmente, en el momento actual no pueden establecerse con certeza posibles relaciones causales entre el trabajo por turnos y la aterosclerosis, porque el mecanismo patogénico no está lo suficientemente claro. Entre los mecanismos posibles descritos en las publicaciones figuran los cambios en los hábitos dietéticos y el consumo de cigarrillos, la mala calidad del sueño, el aumento de los niveles de lípidos, el estrés crónico por las exigencias psicológicas y sociales y la alteración de los ritmos circadianos. Knutsson (1989) ha propuesto un mecanismo patogénico interesante para los efectos a largo plazo del trabajo por turnos sobre la morbilidad crónica.
Los efectos de la asociación de diversas variables sobre la estimación del riesgo apenas se han estudiado, ya que en el campo laboral existen otras condiciones de trabajo inductoras de estrés (ruido, materiales químicos peligrosos, estrés psicosocial, monotonía, etc.) relacionadas con el trabajo por turnos. De la observación del hecho de que los hábitos dietéticos perjudiciales para la salud y los hábitos de consumo de tabaco se relacionan con frecuencia con el trabajo por turnos, se suele concluir que el aumento del riesgo de enfermedad cardiovascular en los trabajadores por turnos se explica más por el resultado indirecto de este comportamiento de efectos negativos para la salud que por la influencia directa del trabajo nocturno o por turnos (Rutenfranz,
Knauth y Angersbach 1981). Además, hay que comprobar la hipótesis evidente de si el trabajo por turnos favorece este tipo de conductas o si la diferencia se explica por la elección del lugar de trabajo y la profesión. Con independencia de las preguntas sin respuesta, hay que prestar una atención especial a los programas de prevención cardiovascular en los trabajadores nocturnos y por turnos como grupo de riesgo.
En la última década, la investigación sobre el trabajo por turnos se ha centrado sobre todo en los efectos a largo plazo del
trabajo nocturno y por turnos en la frecuencia de enfermedad cardiovascular, sobre todo de cardiopatía isquémica y de infarto de miocardio, así como en los factores de riesgo cardiovascular.
Los resultados de estudios epidemiológicos, sobre todo los realizados en Escandinavia, indican que el riesgo de cardiopatía isquémica y de infarto de miocardio es mayor en los trabajadores por turnos (Alfredsson, Karasek y Theorell 1982; Alfredsson, Spetz y Theorell 1985; Knutsson y cols. 1986; Tüchsen 1993). En Dinamarca se ha llegado a estimar que el 7 % de las enfermedades cardiovasculares, tanto en varones como en mujeres, pueden guardar relación con el trabajo por turnos (Olsen y Kristensen 1991).
La hipótesis de que los trabajadores nocturnos y por turnos tienen un riesgo mayor (el riesgo relativo estimado es 1,4) de enfermedad cardiovascular es respaldada por otros estudios que consideran factores de riesgo cardiovascular, como la hipertensión o los niveles de ácidos grasos, en los trabajadores por turnos en comparación con los trabajadores en turno fijo de día. En varios estudios se ha demostrado que el trabajo nocturno y por turnos puede provocar hipertensión y aumentar los niveles de triglicéridos y/o de colesterol séricos (así como fluctuaciones dentro de los límites normales de colesterol de las HDL en un nivel de colesterol total aumentado). Estos cambios, junto con otros factores de riesgo (como el consumo de cigarrillos intenso y el sobrepeso en los trabajadores por turnos) pueden aumentar la mortalidad y la morbilidad por enfermedad aterosclerótica (De Backer y cols. 1984; DeBacker y cols. 1987; Härenstam y cols. 1987; Knutsson 1989; Lavie y cols. 1989; Lennernäs, Åkerstedt y Hambraeus 1994; Orth-Gomer 1983; Romon y cols. 1992).
Globalmente, en el momento actual no pueden establecerse con certeza posibles relaciones causales entre el trabajo por turnos y la aterosclerosis, porque el mecanismo patogénico no está lo suficientemente claro. Entre los mecanismos posibles descritos en las publicaciones figuran los cambios en los hábitos dietéticos y el consumo de cigarrillos, la mala calidad del sueño, el aumento de los niveles de lípidos, el estrés crónico por las exigencias psicológicas y sociales y la alteración de los ritmos circadianos. Knutsson (1989) ha propuesto un mecanismo patogénico interesante para los efectos a largo plazo del trabajo por turnos sobre la morbilidad crónica.
Los efectos de la asociación de diversas variables sobre la estimación del riesgo apenas se han estudiado, ya que en el campo laboral existen otras condiciones de trabajo inductoras de estrés (ruido, materiales químicos peligrosos, estrés psicosocial, monotonía, etc.) relacionadas con el trabajo por turnos. De la observación del hecho de que los hábitos dietéticos perjudiciales para la salud y los hábitos de consumo de tabaco se relacionan con frecuencia con el trabajo por turnos, se suele concluir que el aumento del riesgo de enfermedad cardiovascular en los trabajadores por turnos se explica más por el resultado indirecto de este comportamiento de efectos negativos para la salud que por la influencia directa del trabajo nocturno o por turnos (Rutenfranz,
Knauth y Angersbach 1981). Además, hay que comprobar la hipótesis evidente de si el trabajo por turnos favorece este tipo de conductas o si la diferencia se explica por la elección del lugar de trabajo y la profesión. Con independencia de las preguntas sin respuesta, hay que prestar una atención especial a los programas de prevención cardiovascular en los trabajadores nocturnos y por turnos como grupo de riesgo.
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