A pesar de las limitaciones de nuestros conocimientos actuales, podemos enunciar algunos principios terapéuticos.
En primer lugar, y en la medida de lo posible, se debe limitar la búsqueda de una “causa” específica de la SQM en cada caso, ya que es infructuosa y contraproducente. Para cuando se consi- dera la posibilidad de la SQM muchos pacientes se han some- tido ya a numerosas exploracines médicas y consideran que las pruebas presuponen la existencia de una alteración y la posibilidad de que exista un tratamiento específico. Cualquiera que sea la opinión teórica del facultativo, es esencial exponerle al paciente los conocimientos actuales y la incertidumbre que existe en relación con la SQM, indicando específicamente que se desconoce su causa. Hay que asegurarle al paciente que la consideración de una posible etiología psicológica no implica que la enfermedad sea menos real, menos grave o menos digna de tratamiento. También se le puede asegurar que no es probable que la SQM siga progresando o produzca la muerte, y que tiene que comprender que la curación total es improbable con los tratamientos actuales.
Dejando a un lado la incertidumbre acerca de la patogenia, casi siempre es necesario alejar al paciente de los componentes de su medio ambiente de trabajo que desencadenan los síntomas. Aunque la separación radical es sin duda contraprodu- cente para el objetivo de mejorar la capacidad funcional del trabajador, se deben controlar en la medida de lo posible las reacciones sintomáticas frecuentes e intensas, para que se pueda entablar una estrecha relación terapéutica con el paciente. A menudo, es necesario que el paciente cambie de trabajo. Posible- mente existan indemnizaciones para los trabajadores; incluso aunque no se conozca bien la patogenia de la enfermedad, puede caracterizarse debidamente la SQM como una complicación de una exposición profesional más fácil de identificar (Cullen 1994).
El objetivo de todo el tratamiento posterior es mejorar la actividad del paciente. Deben tratarse los problemas psicológicos, como las dificultades de adaptación, la ansiedad y la depresión, así como los posibles problemas concomitantes, como las típicas alergias atópicas. Dado que los pacientes con SQM no toleran las sustancias químicas en general, puede que haya que recurrir
a soluciones no farmacológicas. La mayoría de los pacientes necesitan que se les oriente, asesore y tranquilice para poder adaptarse a una enfermedad para la que no existe un trata- miento establecido (Lewis 1987). En la medida de lo posible, hay que animarles a que amplíen sus actividades y desaconsejarles la pasividad y la dependencia, que son respuestas muy frecuentes a este trastorno.
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