Los cambios producidos en la vida familiar en las últimas décadas han incidido fuertemente en la relación entre trabajo y emba- razo. Entre ellos habría que incluir los siguientes:
• Las mujeres, especialmente las que se encuentran en edad fértil, siguen siendo una parte importante de la mano de obra.
• Se advierte entre ellas una tendencia a aplazar la formación del hogar hasta una edad más tardía, una vez que han alcanzado puestos de responsabilidad y han afianzado su situación como miembros importantes del aparato productivo.
• Al mismo tiempo, aumenta el número de embarazos juveniles, muchos de ellos de alto riesgo.
• Debido al aumento de las tasas de separación, de divorcio y a la elección de nuevas formas de vida, así como al incremento del número de familias en que trabajan el padre y la madre, las presiones financieras obligan a muchas mujeres a seguir trabajando en lo posible durante el embarazo.
La incidencia del absentismo laboral y la pérdida o el deterioro de la productividad relacionados con el embarazo, así como la preocupación por la salud y el bienestar de las madres y de sus hijos, han llevado a las empresas a tratar de hacer frente al problema del embarazo y el trabajo. Cuando ellas mismas pagan la totalidad o parte de las primas de los seguros de enfermedad, la perspectiva de impedir los costes (asombrosamente elevados en algunos casos) de los embarazos complicados y los problemas neonatales actúa como un poderoso incentivo adicional. Algunas medidas están previstas en las disposiciones legales y reglamentarias, como las referentes a la protección contra los peligros ambientales y profesionales, al permiso de maternidad o a otras prestaciones. Otras medidas son de carácter voluntario: por ejemplo, las relativas a la educación prenatal y los programas de asistencia, a la modificación de las condiciones de trabajo, como los regímenes de horario flexible o de jornadas especiales, o el cuidado de personas a cargo y a otras prestaciones.
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