Los países desarrollados perfeccionaron su estructura jurídica y administrativa para adaptarse a los avances tecnológicos y económicos. En cambio, los países en desarrollo pueden acceder a las tecnologías avanzadas de los primeros sin haber consolidado aún una infraestructura jurídica o de gestión que les permita controlar las consecuencias adversas de éstas para la población activa y el medio ambiente, lo que provoca un desequilibrio entre el progreso tecnológico y el desarrollo social y administrativo.
Por otra parte, se omite imprudentemente la aplicación de mecanismos de control por razones económicas y políticas (p. ej., el desastre químico de Bophal, donde se hizo caso omiso del consejo de un directivo por motivos políticos y otras razones). A menudo, los países en desarrollo tienen la intención de adoptar las normas y la legislación de los países desarrollados, pero les falta personal formado para administrarlas y aplicarlas. Además, dichas normas suelen ser inapropiadas y, al formularlas, no se tienen en cuenta las diferencias en cuanto a estado nutricional, predisposición genética, niveles de exposición y horarios de trabajo.
En el área de la gestión de residuos, la mayoría de los países en desarrollo carecen de un sistema adecuado o una entidad reguladora que garantice una evacuación eficaz. Aunque la cantidad total de residuos generados puede ser reducida en comparación con la producida por los países desarrollados, la mayoría se evacua por medios líquidos. La contaminación de cursos y fuentes de agua es grave. Los residuos sólidos se depositan en emplazamientos carentes de las medidas de protección adecuadas. Además, los países en desarrollo suelen ser los receptores de residuos peligrosos procedentes de los países desarrollados.
Si no se establecen las garantías necesarias para su evacua- ción, los efectos de la contaminación medioambiental afectarán a varias generaciones. Se sabe, por ejemplo, que las fuentes de agua de la India, Tailandia y China están contaminadas por plomo, mercurio y cadmio.
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