Baterías de pruebas neurofuncionales
Desde hace mucho tiempo se han observado síntomas y signos neurológicos subclínicos en trabajadores activos expuestos a neurotoxinas; sin embargo, hasta mediados de los 60 no se centraron los esfuerzos de la investigación en el desarrollo de baterías de pruebas sensibles capaces de descubrir alteraciones sutiles, leves de las funciones perceptivas, psicomotoras, cognitivas, sensitivas y motoras, y en la afectividad presentes en las primeras etapas de la intoxicación.
La primera batería de pruebas neurológicas del comportamiento concebida para ser utilizada en estudios en centros de trabajo fue desarrollada por Helena Hänninen, una pionera en el campo de los déficit del comportamiento asociados a la exposición a productos tóxicos (Batería de pruebas de Hänninen)
(Hänninen y Lindstrom 1979). Desde entonces, se han realizado esfuerzos en todo el mundo para desarrollar, perfeccionar y, en algunos casos, informatizar baterías de pruebas neurológicas del comportamiento. Anger (1990) describe cinco baterías de pruebas para centros de trabajo desarrolladas en Australia, Suecia, Gran Bretaña, Finlandia y Estados Unidos, además de dos baterías de detección selectiva de neurotoxicidad procedentes de Estados Unidos, que se han utilizado en estudios de trabajadores expuestos a neurotoxinas. Además, el Sistema computarizado de evaluación neurológica del comportamiento
(Neurobehavioral Evaluation System, NES) y el Sistema sueco de evaluación del rendimiento (Swedish Performance Evaluation System, SPES) han sido ampliamente utilizados en todo el mundo. Existen también baterías de pruebas diseñadas para evaluar funciones sensoriales, como mediciones de la visión, del umbral de percepción vibrotáctil, del olfato, de la audición y del equilibrio (Mergler 1995). Los estudios sobre varios agentes neurotóxicos en los que se han utilizado alguna de estas baterías han contribuido en gran medida a nuestro conocimiento del deterioro neurotóxico precoz; sin embargo, ha sido difícil realizar comparaciones entre los estudios, debido a la utilización de diferentes pruebas o a la utilización de pruebas con nombres similares, pero que se han aplicado utilizando un protocolo diferente.
En un intento de normalizar la información de los estudios sobre sustancias neurotóxicas, un comité de trabajo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) propuso la idea de una batería “nuclear” (Johnson 1987). Basándose en los conoci- mientos existentes en el momento de la reunión (1985), se seleccionaron una serie de pruebas que constituyeran la batería nuclear de pruebas neurológicas del comportamiento (Neurobehavioral Core Test Battery, NCTB), una batería relativamente económica para la que no se precisa equipo complejo y que se ha utilizado con éxito en muchos países (Anger y cols. 1993). Las pruebas que forman esta batería se eligieron para cubrir ámbitos concretos del sistema nervioso con sensibilidad demostrada a la lesión neurotóxica. Una batería nuclear más reciente, que comprende pruebas sencillas e informatizadas ha sido propuesta por un grupo de trabajo de la Agency for Toxic Substances and Disease Registry de Estados Unidos (Hutchison y cols. 1992). Ambas baterías se presentan en la Tabla 7.12.
Los autores de ambas baterías nucleares resaltan que, aunque éstas son útiles para normalizar los resultados, de ningún modo proporcionan una evaluación completa de las funciones del sistema nervioso. Será necesario utilizar pruebas suplementarias, dependiendo del tipo de exposición; por ejemplo, una batería de pruebas para evaluar la disfunción del sistema nervioso en trabajadores expuestos al manganeso debería incluir más pruebas de funciones motoras, especialmente de las que exigen movimientos alternantes rápidos, mientras que las dirigidas a trabajadores expuestos al metilmercurio deberían incluir estudios del campo visual. La elección de pruebas para un centro de trabajo concreto debe realizarse basándose en el conocimiento actual sobre la acción de la toxina o toxinas a las que está expuesto el sujeto.
Las baterías de pruebas más sofisticadas, aplicadas e interpretadas por psicólogos expertos, forman una parte importante de la evaluación clínica de la intoxicación por neurotóxicos (Hart 1988). Incluyen pruebas sobre capacidad intelectual, aten- ción, concentración y orientación, memoria, destrezas de percepción visual, constructivas y motoras, lenguaje, funciones conceptual y ejecutiva y bienestar psicológico, además de una evaluación de posibles enfermedades simuladas. El perfil del rendimiento del paciente se estudia a la vista de la historia médica y psicológica pasada y presente, así como de la historia de exposiciones. El diagnóstico final se basa en una constelación de déficit interpretados en relación con el tipo de exposición.
Desde hace mucho tiempo se han observado síntomas y signos neurológicos subclínicos en trabajadores activos expuestos a neurotoxinas; sin embargo, hasta mediados de los 60 no se centraron los esfuerzos de la investigación en el desarrollo de baterías de pruebas sensibles capaces de descubrir alteraciones sutiles, leves de las funciones perceptivas, psicomotoras, cognitivas, sensitivas y motoras, y en la afectividad presentes en las primeras etapas de la intoxicación.
La primera batería de pruebas neurológicas del comportamiento concebida para ser utilizada en estudios en centros de trabajo fue desarrollada por Helena Hänninen, una pionera en el campo de los déficit del comportamiento asociados a la exposición a productos tóxicos (Batería de pruebas de Hänninen)
(Hänninen y Lindstrom 1979). Desde entonces, se han realizado esfuerzos en todo el mundo para desarrollar, perfeccionar y, en algunos casos, informatizar baterías de pruebas neurológicas del comportamiento. Anger (1990) describe cinco baterías de pruebas para centros de trabajo desarrolladas en Australia, Suecia, Gran Bretaña, Finlandia y Estados Unidos, además de dos baterías de detección selectiva de neurotoxicidad procedentes de Estados Unidos, que se han utilizado en estudios de trabajadores expuestos a neurotoxinas. Además, el Sistema computarizado de evaluación neurológica del comportamiento
(Neurobehavioral Evaluation System, NES) y el Sistema sueco de evaluación del rendimiento (Swedish Performance Evaluation System, SPES) han sido ampliamente utilizados en todo el mundo. Existen también baterías de pruebas diseñadas para evaluar funciones sensoriales, como mediciones de la visión, del umbral de percepción vibrotáctil, del olfato, de la audición y del equilibrio (Mergler 1995). Los estudios sobre varios agentes neurotóxicos en los que se han utilizado alguna de estas baterías han contribuido en gran medida a nuestro conocimiento del deterioro neurotóxico precoz; sin embargo, ha sido difícil realizar comparaciones entre los estudios, debido a la utilización de diferentes pruebas o a la utilización de pruebas con nombres similares, pero que se han aplicado utilizando un protocolo diferente.
En un intento de normalizar la información de los estudios sobre sustancias neurotóxicas, un comité de trabajo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) propuso la idea de una batería “nuclear” (Johnson 1987). Basándose en los conoci- mientos existentes en el momento de la reunión (1985), se seleccionaron una serie de pruebas que constituyeran la batería nuclear de pruebas neurológicas del comportamiento (Neurobehavioral Core Test Battery, NCTB), una batería relativamente económica para la que no se precisa equipo complejo y que se ha utilizado con éxito en muchos países (Anger y cols. 1993). Las pruebas que forman esta batería se eligieron para cubrir ámbitos concretos del sistema nervioso con sensibilidad demostrada a la lesión neurotóxica. Una batería nuclear más reciente, que comprende pruebas sencillas e informatizadas ha sido propuesta por un grupo de trabajo de la Agency for Toxic Substances and Disease Registry de Estados Unidos (Hutchison y cols. 1992). Ambas baterías se presentan en la Tabla 7.12.
Los autores de ambas baterías nucleares resaltan que, aunque éstas son útiles para normalizar los resultados, de ningún modo proporcionan una evaluación completa de las funciones del sistema nervioso. Será necesario utilizar pruebas suplementarias, dependiendo del tipo de exposición; por ejemplo, una batería de pruebas para evaluar la disfunción del sistema nervioso en trabajadores expuestos al manganeso debería incluir más pruebas de funciones motoras, especialmente de las que exigen movimientos alternantes rápidos, mientras que las dirigidas a trabajadores expuestos al metilmercurio deberían incluir estudios del campo visual. La elección de pruebas para un centro de trabajo concreto debe realizarse basándose en el conocimiento actual sobre la acción de la toxina o toxinas a las que está expuesto el sujeto.
Las baterías de pruebas más sofisticadas, aplicadas e interpretadas por psicólogos expertos, forman una parte importante de la evaluación clínica de la intoxicación por neurotóxicos (Hart 1988). Incluyen pruebas sobre capacidad intelectual, aten- ción, concentración y orientación, memoria, destrezas de percepción visual, constructivas y motoras, lenguaje, funciones conceptual y ejecutiva y bienestar psicológico, además de una evaluación de posibles enfermedades simuladas. El perfil del rendimiento del paciente se estudia a la vista de la historia médica y psicológica pasada y presente, así como de la historia de exposiciones. El diagnóstico final se basa en una constelación de déficit interpretados en relación con el tipo de exposición.
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