El cáncer de vejiga tiene unos síntomas parecidos a los de una infección urinaria y puede producir disuria, frecuencia urinaria y aparición de células sanguíneas y purulentas en la orina. Dado que los síntomas de una infección urinaria pueden ser el anuncio de un tumor vesical, especialmente si se acompañan de hema- turia macroscópica en pacientes mayores, es necesario confirmar la presencia de bacterias y mantenerse alerta. Si un paciente tratado de una infección urinaria no mejora inmediatamente, hay que remitirlo al urólogo para un estudio más completo.
La valoración diagnóstica del cáncer vesical exige en primer lugar una pielografía intravenosa (PIV) para descartar una posible anomalía de vías altas (pelvis renal o uréteres). Para confirmar el diagnóstico hay que examinar la vejiga con un cistoscopio y obtener varias muestras de biopsia con un instru- mento con luz introducido por la uretra para determinar si el tumor es invasivo o no invasivo (es decir, papilar o CIS). Las biopsias aleatorias de la vejiga y la uretra prostática ayudan a definir la cancerización por campos y los cambios de efecto por campos. Los pacientes con trastornos no invasivos requieren un control muy estrecho, ya que están expuestos a posteriores recidivas, aunque no es frecuente que se produzca una progresión en el estadio y el grado de sus lesiones. Los pacientes que presentan un cáncer vesical de grado avanzado o que ha invadido la lámina propia corren el mismo riesgo de recidivas, pero las probabilidades de una progresión en el estadio tumoral son mucho mayores. Debido a ello, se les suele someter a una resección transuretral y a la instilación intravesical de agentes inmuno o quimioterapéuticos. Los pacientes con tumores que han inva- dido la muscular propia o estructuras más profundas suelen presentar ya metástasis, y raras veces pueden recibir tratamiento conservador. Sin embargo, aunque se les practique una cistec- tomía total (el tratamiento estándar para el cáncer de vejiga que ha invadido el músculo vesical), un 20-60 % acaban sucum- biendo a su enfermedad, debido casi siempre a las metástasis. Cuando ya existen metástasis regionales o distantes en el momento del diagnóstico, los índices de supervivencia a los
5 años descienden al 35 y al 9 %, respectivamente, a pesar de utilizar un tratamiento agresivo. La quimioterapia sistémica del cáncer vesical metastático ha mejorado mucho, y se han comu- nicado índices de respuesta completa del 30 %. Estudios recientes sugieren que el empleo de la quimioterapia antes de la cistectomía puede aumentar la supervivencia en pacientes escogidos.
El estadiaje del cáncer de vejiga permite predecir el potencial biológico de progresión, metástasis o recidiva en el 70 % de los casos. Para dicho estadiaje suele precisarse la TAC para descartar las metástasis hepáticas, la gammagrafía ósea para descartar la diseminación ósea y la radiografía o la TAC de tórax para descartar las metástasis pulmonares. Hay que seguir buscando marcadores biológicos en el tumor y en la región del cáncer vesical que permitan predecir qué tumores van a metas- tatizar o recidivar. La accesibilidad de las células vesicales exfo- liadas presentes en las muestras de orina seguramente nos permitirá utilizar marcadores biológicos para controlar las recidivas y prevenir el cáncer.
La valoración diagnóstica del cáncer vesical exige en primer lugar una pielografía intravenosa (PIV) para descartar una posible anomalía de vías altas (pelvis renal o uréteres). Para confirmar el diagnóstico hay que examinar la vejiga con un cistoscopio y obtener varias muestras de biopsia con un instru- mento con luz introducido por la uretra para determinar si el tumor es invasivo o no invasivo (es decir, papilar o CIS). Las biopsias aleatorias de la vejiga y la uretra prostática ayudan a definir la cancerización por campos y los cambios de efecto por campos. Los pacientes con trastornos no invasivos requieren un control muy estrecho, ya que están expuestos a posteriores recidivas, aunque no es frecuente que se produzca una progresión en el estadio y el grado de sus lesiones. Los pacientes que presentan un cáncer vesical de grado avanzado o que ha invadido la lámina propia corren el mismo riesgo de recidivas, pero las probabilidades de una progresión en el estadio tumoral son mucho mayores. Debido a ello, se les suele someter a una resección transuretral y a la instilación intravesical de agentes inmuno o quimioterapéuticos. Los pacientes con tumores que han inva- dido la muscular propia o estructuras más profundas suelen presentar ya metástasis, y raras veces pueden recibir tratamiento conservador. Sin embargo, aunque se les practique una cistec- tomía total (el tratamiento estándar para el cáncer de vejiga que ha invadido el músculo vesical), un 20-60 % acaban sucum- biendo a su enfermedad, debido casi siempre a las metástasis. Cuando ya existen metástasis regionales o distantes en el momento del diagnóstico, los índices de supervivencia a los
5 años descienden al 35 y al 9 %, respectivamente, a pesar de utilizar un tratamiento agresivo. La quimioterapia sistémica del cáncer vesical metastático ha mejorado mucho, y se han comu- nicado índices de respuesta completa del 30 %. Estudios recientes sugieren que el empleo de la quimioterapia antes de la cistectomía puede aumentar la supervivencia en pacientes escogidos.
El estadiaje del cáncer de vejiga permite predecir el potencial biológico de progresión, metástasis o recidiva en el 70 % de los casos. Para dicho estadiaje suele precisarse la TAC para descartar las metástasis hepáticas, la gammagrafía ósea para descartar la diseminación ósea y la radiografía o la TAC de tórax para descartar las metástasis pulmonares. Hay que seguir buscando marcadores biológicos en el tumor y en la región del cáncer vesical que permitan predecir qué tumores van a metas- tatizar o recidivar. La accesibilidad de las células vesicales exfo- liadas presentes en las muestras de orina seguramente nos permitirá utilizar marcadores biológicos para controlar las recidivas y prevenir el cáncer.
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