Algunas alteraciones cutáneas no profesionales pueden exacerbar los efectos de los factores ambientales sobre la piel de los trabaja- dores. Por ejemplo, desde hace tiempo se sabe que el riesgo de dermatitis de contacto por irritantes aumenta en gran medida en los individuos con antecedentes médicos de atopia, incluso en ausencia de dermatitis atópica. En un estudio de 47 casos de dermatitis de contacto por irritantes de las manos de trabajadores de plantas de procesado de alimentos, el 64 % tenía antecedentes de atopia (Cronin 1987). Los individuos con dermatitis atópica sufren procesos irritativos más graves cuando se exponen al lauril sulfato sódico que se encuentra habitualmente en los jabones (Agner 1991). La predisposición a los trastornos alérgicos (Tipo I) (diátesis atópica), sin embargo, no aumenta el riesgo de sufrir una dermatitis de contacto alérgica retardada (Tipo IV), ni siquiera al níquel (Schubert y cols. 1987), que es el alergeno más investigado. Por otro lado, se ha observado recientemente que la atopia favo- rece el desarrollo de urticaria de contacto (alergia del Tipo I) al látex de caucho en los trabajadores sanitarios (Turjanmaa 1987; Durocher 1995) y al pescado en los trabajadores de empresas de abastecimiento de comidas (Cronin 1987).
En la psoriasis, la capa más externa de la piel (estrato córneo) está engrosada pero no forma hiperqueratosis (paraqueratótica) y es menos resistente a los irritantes cutáneos y a la tracción mecánica. Las lesiones cutáneas frecuentes pueden empeorar una psoriasis previa y en el tejido cicatricial pueden desarrollarse nuevas lesiones psoriáticas isomórficas.
El contacto repetido con detergentes, disolventes o polvos astringentes puede provocar una dermatitis de contacto por irri- tantes secundaria en las personas con xerodermia. De la misma forma, la exposición a los aceites de freír puede exacerbar el acné.
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