Los trabajadores que sufren síntomas del síndrome del edificio enfermo o de sensibilidades químicas múltiples suelen ser menos productivos y a menudo recriminatorios cuando los empresarios o el gobierno son reacios a comprometerse a la adopción de medidas que no pueden garantizar que mejoren dichos síntomas con una total seguridad. Es evidente que los profesionales de la salud laboral son de las pocas personas clave que pueden facilitar unos resultados razonables aceptables para todos y que resulten ventajosos para todos los interesados. Esto es así independientemente de que la causa sean niveles reducidos de contaminantes, incluso en el caso poco frecuente de una verdadera histeria colectiva, que a menudo tiene un desencadenante medioambiental limitado. Es importante que los empresarios utilicen la habilidad y la sensibilidad para aceptar, valorar e incorporar un conjunto de factores en forma de soluciones, como una importante forma de dirigir estos problemas.
El síndrome del edificio enfermo es el trastorno mejor delimi- tado y definible de los dos, e incluso la Organización Mundial de la Salud ha establecido definiciones de él (1987). Aunque continúa el debate, tanto en términos generales como en casos específicos, sobre si una lesión determinada puede atribuirse más a los trabajadores de forma individual o al edificio, todo el mundo reconoce, basándose en estudios de exposición contro- lada a compuestos orgánicos volátiles y en controles epidemioló- gicos, que existen factores ambientales modificables que originan el tipo de síntomas que recogemos en el siguiente artí- culo titulado Síndrome del edificio enfermo. En dicho artículo, Michael Hodgson (1992) detalla la tríada de factores personales, laborales y arquitectónicos que pueden contribuir en diferente medida a los síntomas en población trabajadora. Un problema importante es el de mantener una buena comunicación entre trabajadores y empresarios mientras se desarrolla la investiga- ción y se intentan buscar remedios. Normalmente, los profesionales de la salud necesitarán el asesoramiento de expertos medioambientales para valorar y remediar los brotes identi- ficados.
La definición de las sensibilidades químicas múltiples plantea más problemas que la del síndrome del edificio enfermo. Algunas organizaciones médicas, como la American Medical Association, han publicado tomas de postura en las que ponen en duda los fundamentos científicos del diagnóstico de este trastorno. No obstante, muchos facultativos en activo, aunque sin una base científica rigurosa han defendido la validez de este diagnóstico. Se basan para ello en pruebas diagnósticas no confirmadas o erróneamente interpretadas, como la activación linfocítica o el diagnóstico por imagen del cerebro, y pueden recomendar tratamientos como saunas y megadosis de vitaminas, prácticas que han provocado en parte la animosidad de organizaciones como la Asociación Médica Americana. Sin embargo, nadie niega que existe un grupo de pacientes que se quejan de que experimentan síntomas al estar expuestos a niveles reducidos de sustancias químicas en el medio ambiente. Su sintomatología se solapa a la de otros síndromes subjetivos, como el síndrome de fatiga crónica y la fibromialgia. Esta sinto- matología son dolores, fatiga y confusión, se acentúan con la exposición a niveles reducidos de sustancias químicas y parecen afectar a un porcentaje sustancial de pacientes diagnosticados de estos otros síndromes. De gran importancia, aunque todavía sin resolver, es la cuestión de si los síntomas de la sensibilidad química son adquiridos (y en qué medida) a causa de una sobreexposición previa al producto, o si (como ocurre en la mayoría de los casos publicados) aparecen sin que pueda identificarse un factor desencadenante importante.
El síndrome del edificio enfermo es el trastorno mejor delimi- tado y definible de los dos, e incluso la Organización Mundial de la Salud ha establecido definiciones de él (1987). Aunque continúa el debate, tanto en términos generales como en casos específicos, sobre si una lesión determinada puede atribuirse más a los trabajadores de forma individual o al edificio, todo el mundo reconoce, basándose en estudios de exposición contro- lada a compuestos orgánicos volátiles y en controles epidemioló- gicos, que existen factores ambientales modificables que originan el tipo de síntomas que recogemos en el siguiente artí- culo titulado Síndrome del edificio enfermo. En dicho artículo, Michael Hodgson (1992) detalla la tríada de factores personales, laborales y arquitectónicos que pueden contribuir en diferente medida a los síntomas en población trabajadora. Un problema importante es el de mantener una buena comunicación entre trabajadores y empresarios mientras se desarrolla la investiga- ción y se intentan buscar remedios. Normalmente, los profesionales de la salud necesitarán el asesoramiento de expertos medioambientales para valorar y remediar los brotes identi- ficados.
La definición de las sensibilidades químicas múltiples plantea más problemas que la del síndrome del edificio enfermo. Algunas organizaciones médicas, como la American Medical Association, han publicado tomas de postura en las que ponen en duda los fundamentos científicos del diagnóstico de este trastorno. No obstante, muchos facultativos en activo, aunque sin una base científica rigurosa han defendido la validez de este diagnóstico. Se basan para ello en pruebas diagnósticas no confirmadas o erróneamente interpretadas, como la activación linfocítica o el diagnóstico por imagen del cerebro, y pueden recomendar tratamientos como saunas y megadosis de vitaminas, prácticas que han provocado en parte la animosidad de organizaciones como la Asociación Médica Americana. Sin embargo, nadie niega que existe un grupo de pacientes que se quejan de que experimentan síntomas al estar expuestos a niveles reducidos de sustancias químicas en el medio ambiente. Su sintomatología se solapa a la de otros síndromes subjetivos, como el síndrome de fatiga crónica y la fibromialgia. Esta sinto- matología son dolores, fatiga y confusión, se acentúan con la exposición a niveles reducidos de sustancias químicas y parecen afectar a un porcentaje sustancial de pacientes diagnosticados de estos otros síndromes. De gran importancia, aunque todavía sin resolver, es la cuestión de si los síntomas de la sensibilidad química son adquiridos (y en qué medida) a causa de una sobreexposición previa al producto, o si (como ocurre en la mayoría de los casos publicados) aparecen sin que pueda identificarse un factor desencadenante importante.
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