La actividad eléctrica generada por la transmisión de información a lo largo de las fibras nerviosas y de una célula a otra puede registrarse y utilizarse en la determinación de lo que está sucediendo en el sistema nervioso de personas con exposiciones a productos tóxicos. La interferencia en la actividad neuronal puede hacer más lenta la transmisión o modificar el patrón eléctrico. Los registros electrofisiológicos exigen instrumentos precisos, por lo que se realizan casi siempre en un laboratorio o en el marco hospitalario. Sin embargo, se ha intentado desarrollar equipos portátiles para ser utilizados en estudios en el lugar de trabajo.
Las mediciones electrofisiológicas registran una respuesta global de un gran número de fibras nerviosas, por lo que debe existir un daño considerable antes de que se pueda registrar adecuadamente. Por tanto, con la mayor parte de las sustancias neurotóxicas suele ser posible detectar los síntomas, así como las alteraciones sensitivas, motoras y cognitivas, en grupos de trabajadores expuestos antes de observar diferencias electrofisiológicas. Para la exploración clínica de personas con sospecha de trastornos neurotóxicos, los métodos electrofisiológicos proporcionan información relacionada con el tipo y grado de lesión del sistema nervioso. Seppalaïnen (1988) ha realizado una revisión de las técnicas electrofisiológicas utilizadas en la detección de neurotoxicidad precoz en seres humanos.
La velocidad de conducción nerviosa de los nervios sensoriales (que van hacia el cerebro) y de los nervios motores (que salen del cerebro) se mide mediante la electroneurografía (ENG). Si se estimulan diferentes puntos anatómicos y se obtiene un registro en otros, es posible calcular la velocidad de conducción. Esta técnica puede proporcionar información sobre las grandes fibras mielinizadas; en presencia de desmielinización la velo- cidad de conducción será más lenta. Con frecuencia se ha obser- vado una reducción de la velocidad de conducción en trabajadores expuestos al plomo sin síntomas neurológicos
(Maizlish y Feo 1994). También se han asociado velocidades de conducción lentas en los nervios periféricos a otras neurotoxinas, como mercurio, hexacarbonos, disulfuro de carbono, estireno, metil-n-butil cetona, metiletil cetona y determinadas mezclas de disolventes. El nervio trigémino (un nervio de la cara) resulta afectado por la exposición a tricloroetileno. Sin embargo, si la sustancia tóxica actúa principalmente sobre fibras escasamente mielinizadas o no mielinizadas, la velocidad de conducción suele permanecer normal.
La electromiografía (EMG) se utiliza para medir la actividad eléctrica en los músculos. Se han observado anomalías electro- miográficas entre trabajadores con exposición a sustancias como n-hexano, disulfuro de carbono, metil-n-butil cetona, mercurio y determinados pesticidas. Estas alteraciones a menudo van acompañadas de cambios en la ENG y de síntomas de neuropatía periférica.
Las alteraciones de las ondas cerebrales se ponen de manifiesto en la electroencefalografía (EEG). En pacientes con intoxicación por disolventes orgánicos se han observado anomalías consistentes en ondas lentas locales y difusas. Algunos estudios presentan pruebas de alteraciones de la EEG proporcionales a la dosis entre trabajadores activos con exposición a mezclas de disolventes orgánicos, estireno y disulfuro de carbono. Los pesticidas organoclorados pueden provocar convulsiones epilépticas, con anomalías en el EEG. Se han comunicado alteraciones en el EEG con la exposición prolongada a pesticidas organofosfo- rados y con fosfuro de zinc.
Los potenciales evocados (PE) son otro medio de estudiar la actividad del sistema nervioso en respuesta a un estímulo sensitivo. Se colocan electrodos de registro en la zona específica del cerebro que responde a los estímulos concretos, y se registran la latencia y la amplitud del potencial lento relacionado con el acontecimiento. Se han observado aumento del periodo de latencia y/o reducción de las amplitudes máximas en respuesta a estímulos visuales, auditivos y somatosensitivos para una amplia gama de sustancias neurotóxicas.
La electrocardiografía (ECG) registra los cambios en la conducción eléctrica del corazón. Aunque no suele utilizarse en estudios de sustancias neurotóxicas, se han observado alteraciones en las ondas del ECG entre las personas con exposición al tricloroetileno. Los registros electrooculográficos (EOG) de los movimientos oculares han mostrado alteraciones en los trabaja- dores expuestos al plomo.
Las mediciones electrofisiológicas registran una respuesta global de un gran número de fibras nerviosas, por lo que debe existir un daño considerable antes de que se pueda registrar adecuadamente. Por tanto, con la mayor parte de las sustancias neurotóxicas suele ser posible detectar los síntomas, así como las alteraciones sensitivas, motoras y cognitivas, en grupos de trabajadores expuestos antes de observar diferencias electrofisiológicas. Para la exploración clínica de personas con sospecha de trastornos neurotóxicos, los métodos electrofisiológicos proporcionan información relacionada con el tipo y grado de lesión del sistema nervioso. Seppalaïnen (1988) ha realizado una revisión de las técnicas electrofisiológicas utilizadas en la detección de neurotoxicidad precoz en seres humanos.
La velocidad de conducción nerviosa de los nervios sensoriales (que van hacia el cerebro) y de los nervios motores (que salen del cerebro) se mide mediante la electroneurografía (ENG). Si se estimulan diferentes puntos anatómicos y se obtiene un registro en otros, es posible calcular la velocidad de conducción. Esta técnica puede proporcionar información sobre las grandes fibras mielinizadas; en presencia de desmielinización la velo- cidad de conducción será más lenta. Con frecuencia se ha obser- vado una reducción de la velocidad de conducción en trabajadores expuestos al plomo sin síntomas neurológicos
(Maizlish y Feo 1994). También se han asociado velocidades de conducción lentas en los nervios periféricos a otras neurotoxinas, como mercurio, hexacarbonos, disulfuro de carbono, estireno, metil-n-butil cetona, metiletil cetona y determinadas mezclas de disolventes. El nervio trigémino (un nervio de la cara) resulta afectado por la exposición a tricloroetileno. Sin embargo, si la sustancia tóxica actúa principalmente sobre fibras escasamente mielinizadas o no mielinizadas, la velocidad de conducción suele permanecer normal.
La electromiografía (EMG) se utiliza para medir la actividad eléctrica en los músculos. Se han observado anomalías electro- miográficas entre trabajadores con exposición a sustancias como n-hexano, disulfuro de carbono, metil-n-butil cetona, mercurio y determinados pesticidas. Estas alteraciones a menudo van acompañadas de cambios en la ENG y de síntomas de neuropatía periférica.
Las alteraciones de las ondas cerebrales se ponen de manifiesto en la electroencefalografía (EEG). En pacientes con intoxicación por disolventes orgánicos se han observado anomalías consistentes en ondas lentas locales y difusas. Algunos estudios presentan pruebas de alteraciones de la EEG proporcionales a la dosis entre trabajadores activos con exposición a mezclas de disolventes orgánicos, estireno y disulfuro de carbono. Los pesticidas organoclorados pueden provocar convulsiones epilépticas, con anomalías en el EEG. Se han comunicado alteraciones en el EEG con la exposición prolongada a pesticidas organofosfo- rados y con fosfuro de zinc.
Los potenciales evocados (PE) son otro medio de estudiar la actividad del sistema nervioso en respuesta a un estímulo sensitivo. Se colocan electrodos de registro en la zona específica del cerebro que responde a los estímulos concretos, y se registran la latencia y la amplitud del potencial lento relacionado con el acontecimiento. Se han observado aumento del periodo de latencia y/o reducción de las amplitudes máximas en respuesta a estímulos visuales, auditivos y somatosensitivos para una amplia gama de sustancias neurotóxicas.
La electrocardiografía (ECG) registra los cambios en la conducción eléctrica del corazón. Aunque no suele utilizarse en estudios de sustancias neurotóxicas, se han observado alteraciones en las ondas del ECG entre las personas con exposición al tricloroetileno. Los registros electrooculográficos (EOG) de los movimientos oculares han mostrado alteraciones en los trabaja- dores expuestos al plomo.
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