Características individuales como la edad, sexo, fuerza y resis- tencia muscular, la capacidad física para el trabajo, tamaño corporal, personalidad, inteligencia, hábitos en el tiempo libre
(actividad física, consumo de tabaco, alcohol, dieta) y trastornos musculosqueléticos anteriores han sido tenidos en cuenta, como factores que podrían modificar la respuesta a las exposiciones físicas y psicosociales. La edad como factor de riesgo se ha comentado antes y aparece en la Figura 6.14.
Las mujeres suelen presentar una mayor prevalencia de síntomas en el cuello que los varones. La explicación más probable es que la exposición a los factores de riesgo físicos y psicosociales es mayor en el sexo femenino, como ocurre en los trabajos con monitores, el montaje de pequeños componentes y la costura a máquina.
Los estudios de grupos musculares distintos a los del cuello no indican de modo consistente que una fuerza estática baja implique un riesgo elevado de aparición de trastornos. No existen datos relativos a los músculos del cuello. En un estudio reciente en una población aleatoria de Estocolmo, la baja resistencia a la extensión del cuello mostraba una asociación débil con el desarrollo posterior de trastornos del cuello (Schüldt y cols.
1993). Se han comunicado resultados similares para los trastornos lumbares.
En un estudio longitudinal realizado en Suecia se observó que el tipo de personalidad era un factor de riesgo para el desarrollo de trastornos del cuello-hombros (Hägg, Suurküla y Kilbom 1990). Los trabajadores con una personalidad de tipo A (es decir, ambiciosos e impacientes) presentaban problemas más serios que los otros, y estas asociaciones no estaban relacionadas con la productividad individual.
Se sabe poco acerca de la asociación entre otras características individuales y los trastornos del cuello.
(actividad física, consumo de tabaco, alcohol, dieta) y trastornos musculosqueléticos anteriores han sido tenidos en cuenta, como factores que podrían modificar la respuesta a las exposiciones físicas y psicosociales. La edad como factor de riesgo se ha comentado antes y aparece en la Figura 6.14.
Las mujeres suelen presentar una mayor prevalencia de síntomas en el cuello que los varones. La explicación más probable es que la exposición a los factores de riesgo físicos y psicosociales es mayor en el sexo femenino, como ocurre en los trabajos con monitores, el montaje de pequeños componentes y la costura a máquina.
Los estudios de grupos musculares distintos a los del cuello no indican de modo consistente que una fuerza estática baja implique un riesgo elevado de aparición de trastornos. No existen datos relativos a los músculos del cuello. En un estudio reciente en una población aleatoria de Estocolmo, la baja resistencia a la extensión del cuello mostraba una asociación débil con el desarrollo posterior de trastornos del cuello (Schüldt y cols.
1993). Se han comunicado resultados similares para los trastornos lumbares.
En un estudio longitudinal realizado en Suecia se observó que el tipo de personalidad era un factor de riesgo para el desarrollo de trastornos del cuello-hombros (Hägg, Suurküla y Kilbom 1990). Los trabajadores con una personalidad de tipo A (es decir, ambiciosos e impacientes) presentaban problemas más serios que los otros, y estas asociaciones no estaban relacionadas con la productividad individual.
Se sabe poco acerca de la asociación entre otras características individuales y los trastornos del cuello.
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