Un neurotransmisor es una sustancia química que, cuando es liberada de las terminales de los axones por el potencial de acción, produce un cambio momentáneo del potencial eléctrico cuando se estimula otra fibra nerviosa. Los neurotransmisores estimulan o inhiben neuronas adyacentes u órganos efectores, como músculos
y glándulas. En la actualidad se están estudiando intensivamente neurotransmisores conocidos y sus vías neurales, y constantemente se están descubriendo otros nuevos. Se sabe que algunas enfermedades neurológicas y psiquiátricas se deben a alteraciones químicas de la neurotransmisión, como por ejemplo la miastenia grave, la enfermedad de Parkinson, ciertas formas de trastornos afectivos como la depresión, deformaciones graves de los procesos cognitivos como la esquizofrenia y la enfermedad de Alzheimer. Aunque se han publicado excelentes informes aislados sobre el efecto de varios agentes neurotóxicos ambientales y profesionales sobre la neurotransmisión, el conjunto de conocimientos es escaso en comparación con el existente sobre las enfermedades neuropsiquiátricas. Los estudios farmacológicos de fármacos comerciales exigen el conocimiento de la forma en que afectan a la neuro- transmisión. Por tanto, la fabricación de fármacos y la investigación de la neurotransmisión están íntimamente relacionadas. Los conocimientos actuales sobre la acción de los fármacos han sido resumidos por Feldman y Quenzer (1984).
Los efectos de los agentes neurotóxicos sobre la neurotransmisión se clasifican por el lugar del sistema nervioso en el que actúan, por sus receptores químicos, por la evolución en el tiempo de sus efectos, por el hecho de si los agentes neurotóxicos facilitan, bloquean o inhiben la neurotransmisión o por si los agentes neurotóxicos alteran la terminación o la eliminación de la acción farmacológica del neurotransmisor.
Una dificultad a la que se enfrentan los neurocientíficos es la necesidad de relacionar procesos conocidos que ocurren a nivel molecular en la neurona con acontecimientos a nivel celular, lo que a su vez puede explicar cómo se producen los cambios neuropsicológicos normales y patológicos, como se expresa claramente en la siguiente afirmación, que sigue siendo válida en gran medida: “A nivel molecular, a menudo es posible una explicación de la acción de un fármaco; a nivel celular, a veces es posible una explicación, pero a nivel del comportamiento, nuestra ignorancia es abismal” (Cooper, Bloom y Roth 1986).
y glándulas. En la actualidad se están estudiando intensivamente neurotransmisores conocidos y sus vías neurales, y constantemente se están descubriendo otros nuevos. Se sabe que algunas enfermedades neurológicas y psiquiátricas se deben a alteraciones químicas de la neurotransmisión, como por ejemplo la miastenia grave, la enfermedad de Parkinson, ciertas formas de trastornos afectivos como la depresión, deformaciones graves de los procesos cognitivos como la esquizofrenia y la enfermedad de Alzheimer. Aunque se han publicado excelentes informes aislados sobre el efecto de varios agentes neurotóxicos ambientales y profesionales sobre la neurotransmisión, el conjunto de conocimientos es escaso en comparación con el existente sobre las enfermedades neuropsiquiátricas. Los estudios farmacológicos de fármacos comerciales exigen el conocimiento de la forma en que afectan a la neuro- transmisión. Por tanto, la fabricación de fármacos y la investigación de la neurotransmisión están íntimamente relacionadas. Los conocimientos actuales sobre la acción de los fármacos han sido resumidos por Feldman y Quenzer (1984).
Los efectos de los agentes neurotóxicos sobre la neurotransmisión se clasifican por el lugar del sistema nervioso en el que actúan, por sus receptores químicos, por la evolución en el tiempo de sus efectos, por el hecho de si los agentes neurotóxicos facilitan, bloquean o inhiben la neurotransmisión o por si los agentes neurotóxicos alteran la terminación o la eliminación de la acción farmacológica del neurotransmisor.
Una dificultad a la que se enfrentan los neurocientíficos es la necesidad de relacionar procesos conocidos que ocurren a nivel molecular en la neurona con acontecimientos a nivel celular, lo que a su vez puede explicar cómo se producen los cambios neuropsicológicos normales y patológicos, como se expresa claramente en la siguiente afirmación, que sigue siendo válida en gran medida: “A nivel molecular, a menudo es posible una explicación de la acción de un fármaco; a nivel celular, a veces es posible una explicación, pero a nivel del comportamiento, nuestra ignorancia es abismal” (Cooper, Bloom y Roth 1986).
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