Infecciones. La esquistosomiasis es una infección parasitaria grave y muy extendida que puede dar lugar a una hepatopatía crónica.
Los huevos del parásito producen una inflamación de los espacios porta del hígado que va seguida de fibrosis. La infección es una enfermedad profesional de los trabajadores que entran en contacto con aguas contaminadas por larvas del parásito.
La hidatidosis hepática es frecuente en las comunidades dedicadas a la cría de ovejas y con escasa higiene, en las que la población se halla en íntimo contacto con el perro, el huésped definitivo, y con las ovejas, huéspedes intermedios del parásito, Echinococcus granulosus. Cuando una persona se convierte en el huésped intermedio, el parásito puede formar un quiste hidatídico hepático que causa dolor y tumefacción, seguidos a veces de infección o rotura del quiste.
La enfermedad de Weil puede producirse tras contacto con agua o tierra húmeda contaminadas por ratas portadoras del microorganismo causal, Leptospira icterohaemorrhagiae. Es una enfermedad profesional de los trabajadores del alcantarillado, mineros, agricultores de los campos de arroz y pescaderos y carniceros. La aparición de ictericia pocos días después del comienzo de fiebre constituye sólo una fase de la enfermedad, que también afecta al riñón.
Son varios los virus que causan hepatitis, pero los más frecuentes son el virus de tipo A (VHA), que produce una hepatitis infecciosa aguda, y el virus de tipo B (VHB), que causa la hepatitis sérica. El primero es responsable de epidemias mundiales y se contagia por vía fecal-oral; produce una enfermedad caracterizada por ictericia febril con lesión hepatocelular que suele resolverse sin secuelas. La hepatitis de tipo B es una enfermedad de pronóstico más serio. El virus se transmite con facilidad tras la punción de la piel o de una vena o por transfusión de sangre o hemoderivados contaminados; también se transmite por vía parenteral en los drogadictos y por vía sexual, sobre todo en contactos homosexuales o contactos personales íntimos. También los artrópodos hematófagos pueden transmitirlo. Se han producido epidemias en unidades de diálisis y de trasplante y en laboratorios y salas de hospitales. Los pacientes en hemodiálisis y los de las unidades oncológicas muestran gran propensión a hacerse portadores crónicos, por lo que constituyen un reservorio de la infección. El diagnóstico se confirma mediante la identificación en el suero de un antígeno que solía conocerse como antígeno en Australia, pero que hoy se denomina antígeno de superficie de la hepatitis B, HBsAg. El suero que contiene este antígeno es muy infeccioso. La hepatitis de tipo B es un importante riesgo profesional del personal sanitario, sobre todo de los que trabajan en laboratorios clínicos y en unidades de diálisis. Se han encontrado grandes tasas de positi- vidad en patólogos y cirujanos, y bajas en los médicos que no tienen contacto con pacientes. Se conoce también un virus no A, no B de la hepatitis, identificado como virus C (VHC). Es muy probable que existan otros virus de la hepatitis aún no identificados. El virus delta no puede causar hepatitis por sí solo, sino que actúa en combinación con el de la hepatitis B. La hepatitis vírica crónica es una etiología importante en la cirrosis hepática y en el cáncer de hígado (hepatocarcinoma).
La fiebre amarilla es una enfermedad febril aguda debida a la infección por un arbovirus del grupo B transmitido por los mosquitos culicinios, sobre todo Aedes aegypti. Es endémica en muchas regiones de Africa occidental y central, en las zonas tropicales de Sudamérica y en algunas regiones de las Antillas. Cuando la ictericia es muy intensa, el cuadro clínico remeda una hepatitis infecciosa. El paludismo falciparum y la fiebre recurrente también producen fiebre alta e ictericia y exigen un diag- nóstico diferencial meticuloso.
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