Según un principio esencial de los programas de promoción de la salud en el lugar de trabajo, la participación en ellos debe ser voluntaria. Debe instruirse a los trabajadores sobre la conveniencia de las intervenciones sugeridas, garantizarles el acceso y persuadirles para lograr su participación. No obstante, suele haber un estrecho margen entre la persuasión decidida y la obli- gación, entre el paternalismo bien intencionado y la coerción. En muchos casos, ésta puede ser más o menos sutil: por ejemplo, algunos profesionales de la promoción de la salud tienden a ser excesivamente autoritarios y los trabajadores temen las situaciones embarazosas, el rechazo e incluso el castigo provocados por su negativa a aceptar el consejo que se les da; las opciones de los trabajadores respecto a las actividades de promoción de la salud recomendadas pueden estar muy limitadas y es posible que los ejecutivos dificulten la existencia de aquellos de sus subordinados que no les acompañen en su actividad favorita, como salir a correr a primera hora de la mañana.
Aunque muchas organizaciones recompensan el comportamiento sano a través, por ejemplo, de certificados de méritos, premios y seguros de enfermedad “tarifados en función del riesgo” (que, en Estados Unidos, contemplan una reducción en la proporción de la prima abonada por el trabajador), otras imponen penalizaciones a las personas que no cumplen sus patrones arbitrarios de comportamiento en materia de salud. Entre las penalizaciones figuran la no concesión de un empleo o de un ascenso e incluso el despido y la denegación de presta- ciones a las que podría tenerse derecho. Un ejemplo de este último tipo de penalización es el caso de E.A. Miller, una fábrica de envasado de carne con sede en Hyrum, Utah, núcleo de 4.000 habitantes situado unos 65 km al norte de Salt Lake City (Mandelker 1994) E.A. Miller es la mayor empresa de esta pequeña comunidad y ofrece seguros de enfermedad colectivos a sus 900 trabajadores y sus 2.300 familiares a cargo. Sus activi- dades de promoción de la salud son las habituales en muchos sentidos, si bien se distinguen por las penalizaciones impuestas a la no participación:
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