Por regla general, la toxicidad de los metales aumenta con el peso atómico, resultando especialmente tóxicos el plomo y el mercurio. Los metales se encuentran habitualmente en la naturaleza en concentraciones bajas, pero en determinadas industrias se utilizan en grandes cantidades (véase Tabla 7.4), y pueden dar lugar a riesgos profesionales para los trabajadores. Además, se encuentran cantidades importantes de metales en las aguas residuales que pueden dar lugar a riesgos ambientales para quienes viven cerca de las industrias, pero también para los que están a mayor distancia de ellas. A menudo, los metales (o, por ejemplo, los compuestos de mercurio orgánicos) entran en la cadena alimen- taria y se irán acumulando en peces, aves y animales, lo que representa un riesgo para los consumidores. La toxicidad y la forma en que el organismo procesa los metales puede depender de la estructura química. Los metales puros pueden ser absorbidos por inhalación o por contacto de vapores con la piel (mercurio) o partículas pequeñas (plomo), o por vía oral (plomo). Los compuestos de mercurio inorgánico (p. ej., HgCl2) son absorbidos principalmente por la boca, mientras que los compuestos metálicos orgánicos (p. ej., tetraetilo de plomo) son absorbidos principalmente por inhalación o por contacto con la piel. La carga corporal puede reflejarse en cierto grado en la concentración del metal en la sangre o en la orina. Esta es la base del control biológico. Para el tratamiento, hay que recordar que sobre todo el plomo se libera muy lentamente de los depósitos del organismo. La cantidad de plomo en los huesos sólo se reducirá normalmente en un 50 % a los 10 años. Esta liberación puede acelerarse utilizando agentes quelantes: BAL (dimercapto-1-pro- panol), Ca-EDTA o penicilamina.
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