En dos estudios independientes publicados recientemente por investigadores norteamericanos y alemanes (Mittleman y cols.
1993; Willich y cols. 1993) se investiga la cuestión de si el trabajo físico intenso puede originar un infarto agudo de miocardio. En estos estudios, de 1.228 y 1.194 personas con infarto agudo de miocardio, respectivamente, se comparó la tensión física una hora antes del infarto con la situación de los pacientes 25 horas antes. Se calcularon los siguientes riesgos relativos para el inicio de un infarto agudo de miocardio en la hora siguiente al esfuerzo físico intenso en comparación con la actividad ligera o con el reposo: 5,9 (IC 95 %: 4,6-7,7) en el estudio norteamericano y 2,1 (IC 95 %: 1,6-3,1) en el estudio alemán. El riesgo era superior en las personas que no estaban en buena forma física. No obstante, una observación limitante importante fue que la actividad física intensa se produjo una hora antes del infarto sólo en el 4,4 y 7,1 % de los pacientes con infarto, respectivamente. Estos estudios implican cuestiones acerca de la significación de la tensión física o del aumento de catecolaminas inducido por el estrés en cuanto al riesgo sanguíneo coronario, al desencadenamiento de espasmos coronarios o a un efecto nocivo inmediato de las catecolaminas sobre los receptores beta-adrenérgicos de la membrana del músculo cardíaco como causa de las mani- festaciones de infarto o de muerte cardíaca aguda. En un sistema coronario sano con un miocardio intacto no se producirían estas consecuencias (Fritze y Müller 1995).
Según estas observaciones, está claro que la posible relación causal entre el trabajo físico intenso y los efectos sobre la morbilidad cardiovascular no se establecen fácilmente. El problema con este tipo de estudio radica sin duda en la dificultad que entraña determinar con exactitud qué es un “trabajo intenso” y en excluir las preselecciones (efecto del trabajador sano). Se necesita realizar estudios de cohortes prospectivos sobre los efectos crónicos de formas seleccionadas de trabajo físico y también sobre los efectos del estrés combinado físico-mental o por ruido sobre áreas funcionales seleccionadas del sistema cardiovascular.
Es paradójico que la consecuencia de reducir el trabajo muscular dinámico intenso, hasta ahora considerado como una mejoría significativa en relación con el nivel de tensión en el lugar de trabajo moderno, sea posiblemente la aparición de un problema de salud significativo en la sociedad industrial moderna. Desde el punto de vista de la medicina del trabajo, según los resultados de los estudios realizados hasta ahora, cabe concluir que la actividad física estática sobre el sistema musculoesquelético sin movimiento supone un riesgo para la salud muy superior al que se le atribuía previamente.
Cuando no puedan evitarse tensiones monótonas inadecuadas, estas deben compensarse con actividades deportivas de duración comparable en el tiempo libre (p. ej., natación, bicicleta, marcha y tenis).
1993; Willich y cols. 1993) se investiga la cuestión de si el trabajo físico intenso puede originar un infarto agudo de miocardio. En estos estudios, de 1.228 y 1.194 personas con infarto agudo de miocardio, respectivamente, se comparó la tensión física una hora antes del infarto con la situación de los pacientes 25 horas antes. Se calcularon los siguientes riesgos relativos para el inicio de un infarto agudo de miocardio en la hora siguiente al esfuerzo físico intenso en comparación con la actividad ligera o con el reposo: 5,9 (IC 95 %: 4,6-7,7) en el estudio norteamericano y 2,1 (IC 95 %: 1,6-3,1) en el estudio alemán. El riesgo era superior en las personas que no estaban en buena forma física. No obstante, una observación limitante importante fue que la actividad física intensa se produjo una hora antes del infarto sólo en el 4,4 y 7,1 % de los pacientes con infarto, respectivamente. Estos estudios implican cuestiones acerca de la significación de la tensión física o del aumento de catecolaminas inducido por el estrés en cuanto al riesgo sanguíneo coronario, al desencadenamiento de espasmos coronarios o a un efecto nocivo inmediato de las catecolaminas sobre los receptores beta-adrenérgicos de la membrana del músculo cardíaco como causa de las mani- festaciones de infarto o de muerte cardíaca aguda. En un sistema coronario sano con un miocardio intacto no se producirían estas consecuencias (Fritze y Müller 1995).
Según estas observaciones, está claro que la posible relación causal entre el trabajo físico intenso y los efectos sobre la morbilidad cardiovascular no se establecen fácilmente. El problema con este tipo de estudio radica sin duda en la dificultad que entraña determinar con exactitud qué es un “trabajo intenso” y en excluir las preselecciones (efecto del trabajador sano). Se necesita realizar estudios de cohortes prospectivos sobre los efectos crónicos de formas seleccionadas de trabajo físico y también sobre los efectos del estrés combinado físico-mental o por ruido sobre áreas funcionales seleccionadas del sistema cardiovascular.
Es paradójico que la consecuencia de reducir el trabajo muscular dinámico intenso, hasta ahora considerado como una mejoría significativa en relación con el nivel de tensión en el lugar de trabajo moderno, sea posiblemente la aparición de un problema de salud significativo en la sociedad industrial moderna. Desde el punto de vista de la medicina del trabajo, según los resultados de los estudios realizados hasta ahora, cabe concluir que la actividad física estática sobre el sistema musculoesquelético sin movimiento supone un riesgo para la salud muy superior al que se le atribuía previamente.
Cuando no puedan evitarse tensiones monótonas inadecuadas, estas deben compensarse con actividades deportivas de duración comparable en el tiempo libre (p. ej., natación, bicicleta, marcha y tenis).
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