El ovario de los primates es responsable del control de la reproducción a través de sus productos principales, ovocitos y hormonas esteroideas y proteicas. El proceso por el que se producen los ovocitos y las hormonas se denomina foliculogénesis y depende de mecanismos reguladores tanto intraováricos como extraováricos. El propio ovario tiene tres subunidades funcionales: el folículo, el ovocito y el cuerpo lúteo. Durante el ciclo menstrual normal, estos componentes, bajo la influencia de la FSH y la LH, actúan conjuntamente para producir un ovocito viable para la fertilización y un ambiente adecuado para la implantación y la gestación posterior.
Durante el período preovulatorio del ciclo menstrual, se produce el reclutamiento y desarrollo folicular bajo la influencia de la FSH y la LH. Esta última estimula la producción de andrógenos por las células de la teca, mientras que la FSH estimula la aromatización de los andrógenos a estrógenos por las células de la granulosa y la producción de inhibina, una hormona proteica. La inhibina actúa sobre la hipófisis anterior, disminuyendo la liberación de FSH. Así se evita una estimulación excesiva del desarrollo folicular y se permite el desarrollo ininterrumpido del folículo dominante, el destinado a la ovulación. La producción de estrógenos aumenta, lo que estimula tanto el pico de secre- ción de LH, que provoca la ovulación, como los cambios celu- lares y secretores de la vagina, cuello, útero y oviducto, que mejoran la viabilidad y transporte de los espermatozoides.
En la fase postovulatoria, las células de la teca y la granulosa que permanecen en la cavidad folicular del ovocito ovulado forman el cuerpo lúteo y segregan progesterona. Esta hormona estimula al útero para que proporcione un ambiente apropiado para la implantación del embrión si se produce la fertilización. A diferencia de lo que sucede con la gónada masculina, la feme nina tiene un número limitado de células germinales en el momento del nacimiento y, por tanto, es especialmente sensible a las sustancias tóxicas para la reproducción. Este tipo de exposición en la mujer puede producir una disminución de la fecun- didad, aumento de las gestaciones malogradas, menopausia precoz o infertilidad.
El folículo, como unidad reproductiva básica del ovario, mantiene el delicado ambiente hormonal necesario para que tenga lugar el crecimiento y la maduración del ovocito. Como se ha señalado, este proceso complejo se conoce como foliculogé- nesis e implica una regulación tanto intra como extraovárica. A medida que el folículo progresa desde folículo primordial a folículo preovulatorio (que contiene un ovocito en desarrollo), se producen numerosos cambios morfológicos y bioquímicos, y cada fase del crecimiento folicular presenta patrones característicos de sensibilidad a las gonadotropinas, producción de este- roides y vías de retroalimentación. Estas características sugieren que existe una serie de puntos en los que es posible la interac- ción con sustancias xenobióticas. Además, hay distintas poblaciones foliculares dentro del ovario, lo que complica la situación, posibilitando el desarrollo de una toxicidad diferencial. Los patrones de infertilidad inducidos por una sustancia química dependerían, pues, del tipo folicular afectado. Por ejemplo, un episodio de toxicidad sobre los folículos primordiales no produ- ciría signos inmediatos de infertilidad, sino que acortaría el período de vida reproductiva. Por otro lado, un episodio de toxi- cidad sobre los folículos antrales o preovulatorios traería como consecuencia una pérdida inmediata de la función reproductiva. El complejo folicular consta de tres componentes básicos: las células de la granulosa, las células de la teca y el ovocito. Cada uno de ellos tiene características que lo hacen específicamente sensible a la lesión química.
Durante el período preovulatorio del ciclo menstrual, se produce el reclutamiento y desarrollo folicular bajo la influencia de la FSH y la LH. Esta última estimula la producción de andrógenos por las células de la teca, mientras que la FSH estimula la aromatización de los andrógenos a estrógenos por las células de la granulosa y la producción de inhibina, una hormona proteica. La inhibina actúa sobre la hipófisis anterior, disminuyendo la liberación de FSH. Así se evita una estimulación excesiva del desarrollo folicular y se permite el desarrollo ininterrumpido del folículo dominante, el destinado a la ovulación. La producción de estrógenos aumenta, lo que estimula tanto el pico de secre- ción de LH, que provoca la ovulación, como los cambios celu- lares y secretores de la vagina, cuello, útero y oviducto, que mejoran la viabilidad y transporte de los espermatozoides.
En la fase postovulatoria, las células de la teca y la granulosa que permanecen en la cavidad folicular del ovocito ovulado forman el cuerpo lúteo y segregan progesterona. Esta hormona estimula al útero para que proporcione un ambiente apropiado para la implantación del embrión si se produce la fertilización. A diferencia de lo que sucede con la gónada masculina, la feme nina tiene un número limitado de células germinales en el momento del nacimiento y, por tanto, es especialmente sensible a las sustancias tóxicas para la reproducción. Este tipo de exposición en la mujer puede producir una disminución de la fecun- didad, aumento de las gestaciones malogradas, menopausia precoz o infertilidad.
El folículo, como unidad reproductiva básica del ovario, mantiene el delicado ambiente hormonal necesario para que tenga lugar el crecimiento y la maduración del ovocito. Como se ha señalado, este proceso complejo se conoce como foliculogé- nesis e implica una regulación tanto intra como extraovárica. A medida que el folículo progresa desde folículo primordial a folículo preovulatorio (que contiene un ovocito en desarrollo), se producen numerosos cambios morfológicos y bioquímicos, y cada fase del crecimiento folicular presenta patrones característicos de sensibilidad a las gonadotropinas, producción de este- roides y vías de retroalimentación. Estas características sugieren que existe una serie de puntos en los que es posible la interac- ción con sustancias xenobióticas. Además, hay distintas poblaciones foliculares dentro del ovario, lo que complica la situación, posibilitando el desarrollo de una toxicidad diferencial. Los patrones de infertilidad inducidos por una sustancia química dependerían, pues, del tipo folicular afectado. Por ejemplo, un episodio de toxicidad sobre los folículos primordiales no produ- ciría signos inmediatos de infertilidad, sino que acortaría el período de vida reproductiva. Por otro lado, un episodio de toxi- cidad sobre los folículos antrales o preovulatorios traería como consecuencia una pérdida inmediata de la función reproductiva. El complejo folicular consta de tres componentes básicos: las células de la granulosa, las células de la teca y el ovocito. Cada uno de ellos tiene características que lo hacen específicamente sensible a la lesión química.
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