El patrón de síntomas del CCR varía de unos pacientes a otros, incluso hasta la fase en la que aparecen metástasis. Debido a la situación de los riñones y a la movilidad de las estructuras contiguas a la masa en expansión, estos tumores son a menudo muy grandes en el momento de su detección clínica. Aunque el síntoma primordial del CCR es la hematuria, ésta aparece más tarde que en los tumores de células de transición debido a la localización intrarenal del CCR. Se ha considerado al CCR como “el sueño médico de los médicos” pero “la maldición de los cirujanos” debido a la interesante constelación de síntomas relacio- nados con los síndromes paraneoplásicos. Se han encontrado sustancias que aumentan el número de hematíes, calcio y factores que simulan una función suprarrenal anormal, y también se han observado masas abdominales, pérdida de peso, fatiga, dolor, anemia, alteraciones de la función hepática e hipertensión. Los facultativos solicitan cada vez con más frecuencia tomografías axiales computadorizadas (TAC) y ecografías del abdomen y, debido a ello, se calcula que un 20 % de los CCR se diagnostican de forma casual durante el estudio de otros problemas médicos.
La valoración clínica de un caso de CCR incluye una exploración física para identificar una masa en el costado, que aparece en el 10 % de los pacientes. Una radiografía renal con contraste puede delimitar una masa renal, y la ecografía o el TAC suelen confirmar la naturaleza sólida o quística de la tumoración. Estos tumores están muy vascularizados y presentan un aspecto característico cuando se inyecta un contraste radiopaco en la arteria. Puede realizarse una arteriografía para embolizar el tumor si es muy grande o para definir su aporte arterial si se va a practicar una nefrectomía parcial. Para obtener una muestra de un posible CCR se puede recurrir a la aspiración con aguja fina.
Los CCR localizados se extirpan quirúrgicamente con los ganglios linfáticos regionales; durante la intervención es importante ligar precozmente la arteria y la vena. El paciente puede mejorar sintomáticamente con la resección de tumores grandes
o sangrantes que hayan metastatizado, pero la supervivencia no aumenta. En los tumores metastáticos puede conseguirse un control localizado del dolor mediante la radioterapia, pero el tratamiento de elección para los cuadros metastáticos consiste en la administración de modificadores de la respuesta biológica (interleucina 2 o interferón ), aunque a veces se utiliza la quimioterapia sola o en combinación con otras formas de tratamiento.
Algunos marcadores, como el gen del cáncer que se observa en el cromosoma 3 de las familias con cáncer y en la enfer- medad de von Hippel-Lindau pueden servir de marcadores biológicos de sensibilidad. Aunque se han notificado antígenos marcadores tumorales del CCR, actualmente no disponemos de los medios para detectarlos adecuadamente en la orina o la sangre con la sensibilidad y la especificidad adecuadas. Debido a la escasa prevalencia de esta enfermedad en la población general, hay que utilizar una prueba muy específica y sensible para poder detectarla precozmente. Se podría examinar selectivamente a los grupos de trabajadores en riesgo mediante la ecografía. La detección de estos tumores sigue representando un desafío para los científicos generales, los epidemiólogos moleculares y los médicos.
La valoración clínica de un caso de CCR incluye una exploración física para identificar una masa en el costado, que aparece en el 10 % de los pacientes. Una radiografía renal con contraste puede delimitar una masa renal, y la ecografía o el TAC suelen confirmar la naturaleza sólida o quística de la tumoración. Estos tumores están muy vascularizados y presentan un aspecto característico cuando se inyecta un contraste radiopaco en la arteria. Puede realizarse una arteriografía para embolizar el tumor si es muy grande o para definir su aporte arterial si se va a practicar una nefrectomía parcial. Para obtener una muestra de un posible CCR se puede recurrir a la aspiración con aguja fina.
Los CCR localizados se extirpan quirúrgicamente con los ganglios linfáticos regionales; durante la intervención es importante ligar precozmente la arteria y la vena. El paciente puede mejorar sintomáticamente con la resección de tumores grandes
o sangrantes que hayan metastatizado, pero la supervivencia no aumenta. En los tumores metastáticos puede conseguirse un control localizado del dolor mediante la radioterapia, pero el tratamiento de elección para los cuadros metastáticos consiste en la administración de modificadores de la respuesta biológica (interleucina 2 o interferón ), aunque a veces se utiliza la quimioterapia sola o en combinación con otras formas de tratamiento.
Algunos marcadores, como el gen del cáncer que se observa en el cromosoma 3 de las familias con cáncer y en la enfer- medad de von Hippel-Lindau pueden servir de marcadores biológicos de sensibilidad. Aunque se han notificado antígenos marcadores tumorales del CCR, actualmente no disponemos de los medios para detectarlos adecuadamente en la orina o la sangre con la sensibilidad y la especificidad adecuadas. Debido a la escasa prevalencia de esta enfermedad en la población general, hay que utilizar una prueba muy específica y sensible para poder detectarla precozmente. Se podría examinar selectivamente a los grupos de trabajadores en riesgo mediante la ecografía. La detección de estos tumores sigue representando un desafío para los científicos generales, los epidemiólogos moleculares y los médicos.
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