martes, 30 de junio de 2009

Irritantes respiratorios (II)

Los trabajadores expuestos a niveles bajos de iritantes respiratorios pueden presentar síntomas subclínicos cuyo origen es atribuible a irritación de las mucosas, como epífora, faringitis, moqueo y tos. Cuando la exposición es importante, la aparición adicional de disnea a menudo generará atención médica. Es importante recabar una buena historia clínica con el fin de determinar la composición probable de la exposición, la cantidad de la misma y el período de tiempo durante el cual tuvo lugar. Deben buscarse signos de edema laríngeo, como ronquera y estridor, y deben explorarse los pulmones para detectar signos de afectación de las vías aéreas inferiores o del parénquima pulmonar. Para el tratamiento a corto plazo es importante llevar a cabo una valoración de la vía aérea y de la función pulmonar junto con una radiografía de tórax. La laringoscopia puede estar indicada para evaluar la vía aérea.
Si la vía aérea está comprometida, debe intubarse al paciente y suministrársele cuidados de soporte. En caso de que exista edema laríngeo se mantendrá al paciente en observación durante al menos 12 horas para asegurarse de que se trata de un proceso autolimitado. El broncospasmo debe tratarse con
-agonistas y, en caso de no obtenerse respuesta, con corticoides intravenosos. Deben irrigarse a conciencia las mucosas oral y ocular irritadas. Se debe hospitalizar para observación a los pacientes que presenten crepitantes en la exploración o anoma- lías en la radiografía de tórax, dada la posibilidad de neumonitis
o edema de pulmón. Estos pacientes están en riesgo de desarro- llar una sobreinfección bacteriana; sin embargo, no se ha demostrado que la profilaxis antibiótica sea beneficiosa..
La inmensa mayoría de los pacientes que sobreviven a la agre- sión inicial se recupera por completo de la exposición al irri- tante. Cuanto más importante fuera la lesión inicial, más probable es que se produzcan secuelas a largo plazo. El término síndrome de disfunción reactiva de las vías aéreas (SDRVA) se ha apli- cado a la persistencia de síntomas de tipo asmático tras una exposición aguda a irritantes respiratorios (Brooks, Weiss y Bernstein 1985).
Se cree que este trastorno es consecuencia de una inflamación persistente, con reducción de la permeabilidad de la capa de células epiteliales o disminución del umbral de conductancia para las terminaciones nerviosas subepiteliales.
Las exposiciones elevadas a álcalis o ácidos pueden causar quemaduras del tracto respiratorio superior e inferior que provocan enfermedad crónica. Se sabe que el amoníaco origina bronquiectasias (Kass y cols. 1972); se ha informado de que el gas de cloro (que se convierte en HCl en la mucosa) provoca enfermedad pulmonar obstructiva (Donelly y Fitzgerald 1990; Das y Blanc 1993).

Las exposiciones crónicas de bajo nivel a los irritantes pueden provocar síntomas persistentes oculares y de las vías aéreas supe- riores (Korn, Dockery y Speizer 1987), pero no se ha documen- tado de forma concluyente un deterioro de la función pulmonar. Los estudios sobre los efectos de los irritantes crónicos de bajo nivel sobre la vía aérea se ven dificultados por la falta de un seguimiento a largo plazo, por el factor de confusión que entraña el consumo de tabaco, por el “efecto del trabajador sano” y por el mínimo o nulo efecto clínico (Brooks y Kalica 1987).
Una vez que el paciente se ha recuperado de la lesión inicial es necesario un seguimiento médico regular del mismo. Obvia- mente, debe hacerse todo lo posible por investigar el lugar de trabajo y evaluar las precauciones respiratorias, la ventilación y la contención de los irritantes responsables.

domingo, 28 de junio de 2009

Plaguicidas y compuestos químicos afines (III)

La leche materna es fuente potencial de exposición neonatal a los plaguicidas. Hace décadas que se conoce la contaminación de la leche humana por plaguicidas, en especial organoclorados. Las exposiciones industriales y ambientales pueden inducir una contaminación considerable de la leche materna (D’Ercole y cols. 1976; McConnell 1986). Los organoclorados, que hace algunos años estaban presentes en la leche materna a concentraciones excesivas, están disminuyendo en los países desarrollados, paralelamente a la reducción de su concentración en el tejido adiposo observada después de limitar el uso de estos compuestos. Por tanto, la contaminación por DDT de la leche materna es ahora máxima en los países en desarrollo. Hay pocos indicios de organofosfatos en la leche humana; esto puede atribuirse a la solubilidad en el aguaya la rápida metabolización de estos compuestos en el organismo.
La ingestión de agua contaminada con plaguicidas es también un riesgo potencial para la salud del recién nacido. Este problema es más acusado cuando los alimentos infantiles deben prepararse con agua. En otros casos, los preparados comerciales están relativamente exentos de contaminantes (National Research Council 1993). También la contaminación de los alimentos con plaguicidas puede causar exposición infantil. La contaminación con plaguicidas, a concentraciones muy bajas, de la leche, las frutas y las verduras, es un hecho incluso en los países desarrollados, donde las leyes y la vigilancia son más estrictas (The Referee 1994). Aunque la leche es el elemento más importante de la dieta infantil, los niños pequeños consumen también cantidades considerables de frutas (en especial manzanas) y hortalizas (en especial zanahorias) que, por tanto, constituyen una fuente posible de exposición a los plaguicidas.
En países industrializados, como Estados Unidos y los de Europa occidental, el uso de casi todos los plaguicidas organoclorados, como el DDT, clordano, dieldrín y lindano, está prohibido, suspendido o limitado desde el decenio de 1970 (Maxcy Rosenau-Last 1994). Los plaguicidas utilizados con fines agrícolas y no agrícolas están regulados en cuanto a su concentración en los alimentos, el agua y los productos farmacéuticos. Gracias a ello, las concentraciones de plaguicidas en el tejido adiposo y la leche humana han disminuido sustancialmente a lo largo de los cuatro últimos decenios. Sin embargo, los organo-clorados siguen utilizándose de forma generalizada en los países en desarrollo; en ellos, el lindano y el DDT, por ejemplo, se encuentran entre los plaguicidas más utilizados en la agricultura y en el control de la malaria (Awumbila y Bokuma 1994).

sábado, 27 de junio de 2009

Plaguicidas y compuestos químicos afines (II)

La dieta es la principal fuente de organoclorados persistentes, pero el consumo de tabaco, el aire y el agua pueden también contribuir a la exposición. Esta clase de plaguicidas, también llamados hidrocarburos halogenados, son muy persistentes en el medio, ya que son lipófilos, resistentes al metabolismo y la biodegradación y poco volátiles. Se han hallado varios centenares de ppm en la grasa de personas y animales muy expuestos. Por su toxicidad reproductiva para la vida animal y por su tendencia a la bioacumulación, los organoclorados están en su mayor parte prohibidos o limitados en los países desarrollados.
A dosis muy altas, los organoclorados provocan neurotoxi- cidad, pero para el hombre son más preocupantes los efectos potenciales a largo plazo. Aunque los efectos crónicos no están muy documentados, en animales de experimentación y salvajes se han observado hepatotoxicidad, cáncer y disfunciones de la reproducción. Los motivos de preocupación derivan sobre todo de las observaciones en animales de carcinogénesis y altera- ciones profundas del hígado y el sistema inmunitario.
Los organofosfatos y los carbamatos son menos persistentes que los organoclorados, y son los insecticidas más utilizados en todo el mundo. Esta clase de plaguicidas se degradan relativa- mente deprisa en el medio y en el organismo. Algunos organo- fosfatos y carbamatos presentan una elevada toxicidad aguda, y también se han observado casos de neurotoxicidad crónica. La dermatitis es otro síntoma muy documentado de exposición a plaguicidas.
También son motivo de inquietud los productos derivados del petróleo utilizados para aplicar algunos plaguicidas. Se han asociado efectos crónicos, como cánceres infantiles hematopoyé- ticos y de otro tipo, con exposiciones parentales o residuales a plaguicidas, aunque los datos epidemiológicos son muy limi- tados. No obstante, los datos de estudios animales indican que debe evitarse la exposición a los plaguicidas.
Para el recién nacido se ha documentado un amplio espectro de posibilidades de exposición y efectos tóxicos. La mayor parte de los niños hospitalizados por intoxicación aguda habían inge- rido inadvertidamente plaguicidas, y un número considerable se había expuesto a sus efectos jugando en céspedes tratados
(Casey, Thompson y Vale 1994; Zwiener y Ginsburg 1988). Hace tiempo que se ha reconocido la contaminación de la ropa de los trabajadores por polvo o líquido plaguicida. Por tanto, esta vía abre el camino a la exposición doméstica, salvo que los trabajadores adopten medidas higiénicas adecuadas después del trabajo. Así, una familia completa presentaba concentraciones elevadas de clordecona (Kepone) en sangre, atribuidas al hecho de lavar en casa la ropa de un trabajador (Grandjean y Bach 1986). Se ha documentado exposición doméstica a TCDD (dioxina) por la aparición de cloracne en el hijo y la esposa de dos trabajadores expuestos después de una explosión (Jensen, Sneddon y Walker 1972).
La mayor parte de las posibles exposiciones de lactantes son consecuencia de la aplicación de plaguicidas dentro del hogar y en sus inmediaciones (Lewis, Fortman y Camann 1994). Se ha observado que el polvo de las moquetas está muy contaminado por numerosos plaguicidas (Fenske y cols. 1994). Gran parte de la contaminación documentada en viviendas se ha atribuido al exterminio de pulgas o al tratamiento de jardines con plaguicidas (Davis, Bronson y Garcia 1992). Según algunas predicciones, la absorción de clorpyrifos por parte de niños lactantes después del tratamiento de la vivienda para erradicar las pulgas supera los valores de inocuidad; de hecho, las concentraciones en el aire del interior después de una fumigación de este tipo no siempre disminuyen rápidamente a valores inocuos.

viernes, 26 de junio de 2009

Plaguicidas y compuestos químicos afines (I)

Anualmente se producen en todo el mundo varios centenares de millones de toneladas de plaguicidas. Herbicidas, fungicidas e insecticidas se emplean sobre todo en los países desarrollados para mejorar el rendimiento y la calidad de los cultivos. Los conservantes de la madera constituyen una parte mucho menor, pero también importante, del mercado. Las aplicaciones domésticas y de jardinería representan una proporción relativamente menor del consumo total, pero, desde el punto de vista de la toxi- cidad neonatal, las intoxicaciones domésticas son probablemente las más numerosas. También la exposición profesional es fuente potencial de exposición indirecta para el lactante si el trabajo de los padres supone el manejo de plaguicidas. La exposición a los plaguicidas se produce por absorción dérmica, inhalación e ingestión. Más de 50 plaguicidas se han declarado cancerígenos para los animales (McConnell 1986).
Los plaguicidas organoclorados comprenden compuestos aromáticos, como el DDT [bis(4-clorofenil)-1,1,1-tricloroetano], y ciclodienos, como el dieldrín. El DDT empezó a utilizarse a principios del decenio de 1940 y se mostró muy eficaz en la erra- dicación del mosquito portador de la malaria, aplicación que sigue siendo común en los países en desarrollo. El lindano es un organoclorado muy utilizado para controlar los piojos del cuerpo y en la agricultura, en especial en los países en desarrollo. Los bifenilos policlorados (PCB), otra mezcla de organo- clorados liposolubles utilizada desde el decenio de 1940, suponen un riesgo potencial para la salud de los niños, que quedan expuestos a través de la leche materna y otros alimentos contaminados. Tanto el lindano como los PCB se examinan en otros apartados de este capítulo. También se han detectado en la leche materna, pero casi exclusivamente en Michigan, bifenilos polibromados (PBB); en ese lugar se mezcló inadvertidamente un ignífugo con pienso en 1973-1974, y se dispersó por todo el estado con los productos lácteos y cárnicos.
El clordano se ha utilizado como plaguicida y como termiticida en viviendas, donde ha resultado eficaz durante decenios, sin duda por su persistencia. La exposición a este compuesto tiene lugar a través de la dieta y por absorción directa respira- toria y dérmica. En Japón se ha establecido una relación entre la concentración en la leche materna y la dieta y el momento en

que se ha tratado la vivienda; las mujeres que vivían en casas tratadas más de dos años antes presentaban concentraciones de clordano en la leche tres veces superiores a las halladas en mujeres que ocupaban viviendas sin tratar (Taguchi y Yakushiji 1988).

miércoles, 24 de junio de 2009

Hombro: Biomecánica

El brazo representa alrededor del 5 % del peso corporal total, y su centro de gravedad está aproximadamente a medio camino entre la articulación glenohumeral y la muñeca. Cuando el brazo se eleva y se dobla, ya sea para alejarlo o acercarlo al cuerpo (abducción o flexión), se crea una palanca en la que aumenta la distancia desde el centro de gravedad y, por tanto, la fuerza de torsión y la torsión de carga sobre la articulación glenohumeral. El índice en el cual la torsión, aumenta sin embargo, no es simplemente directamente proporcional al ángulo al que se dobla el brazo, ya que la función matemática que describe las fuerzas mecánicas no es lineal, sino es una función sinusoidal del ángulo de abducción. La torsión sólo disminuye en un 10 % aproximadamente cuando el ángulo de flexión o de abducción disminuye de 90 a 60 grados. Sin embargo, si el ángulo disminuye de 60 a 30 grados, la torsión se reduce hasta en un 50 %.
La fuerza de flexión en la articulación glenohumeral es de alrededor de 40 a 50 Nm en las mujeres y de 80 a 100 Nm en los varones. Cuando se mantiene el brazo en flexión de 90 grados hacia adelante y no se coloca sobre él ninguna carga externa, es decir, la persona no sostiene ningún peso ni usa el brazo para ejercer una fuerza, la carga estática es todavía de alrededor del
15 al 20 % de la capacidad voluntaria máxima (CVM) en las mujeres y de alrededor del 10 al 15 % de la CVM en los varones. Si se sujeta una herramienta de 1 kg de peso en la mano con el brazo extendido, la carga correspondiente en el hombro será de alrededor del 80 % de la CVM en las mujeres, como aparece en la Figura 6.17.
Los músculos más importantes para la abducción —o elevación del brazo separándolo lateralmente del cuerpo— son el músculo deltoides, los músculos del manguito de los rotadores y la cabeza larga del bíceps. Los músculos más importantes para la flexión hacia adelante —elevación del brazo separándolo del cuerpo hacia adelante— son la parte anterior del músculo deltoides, los músculos del manguito de los rotadores, el músculo coracobraquial y la cabeza corta del músculo bíceps braquial. La rotación interna se realiza mediante el músculo pectoral mayor, el músculo subescapular, la parte arterior del músculo deltoides y el músculo dorsal ancho. La rotación externa se realiza mediante la parte posterior del músculo deltoides, el músculo infraespinoso y los músculos redondo menor y mayor.
Los músculos del manguito de los rotadores intervienen en todos los movimientos de la articulación glenohumeral o, lo que es lo mismo, en todos los movimientos del brazo. Tienen su origen en la escápula, y sus tendones están dispuestos alrededor del húmero formando un manguito, de ahí su nombre. Los cuatro músculos del manguito de los rotadores son el supraespinoso, el infraespinoso, el redondo menor y el subescapular. Estos músculos actúan como ligamentos de la articulación glenohumeral y también mantienen a la cabeza humeral contra la escápula. Una rotura del manguito de los rotadores (p. ej., del tendón del supraespinoso) producirá una reducción de la fuerza de abducción, que afectará sobre todo a las posiciones en las que el brazo está doblado y separado del cuerpo. Cuando se pierde la función de los músculos deltoides, la fuerza de abducción puede reducirse hasta en un 50 %, con independencia del ángulo en que esté doblado el brazo.
En todo momento en que exista flexión hacia adelante o abducción del brazo se producirá una carga sobre el sistema. Numerosos movimientos producen también una fuerza o carga de torsión. Dado que el brazo está conectado a la escápula por la articulación glenohumeral, cualquier carga aplicada sobre esta articulación se transmitirá a la escápula. La carga en la articulación glenohumeral, medida en % de la CVM, es casi directamente proporcional a la carga aplicada sobre el músculo que fija la escápula en posición, la parte superior del trapecio.



martes, 23 de junio de 2009

Hombro: Anatomía

Los huesos que forman el hombro son la clavícula, la escápula (omóplato) y la articulación glenohumeral, como se muestra en la Figura 6.16. La clavícula está conectada al cuerpo mediante la articulación esternoclavicular, y a la escápula mediante la articulación acromioclavicular. La articulación esternoclavicular es la única conexión entre la extremidad superior y el resto del cuerpo.

La escápula carece de conexión directa propia, por lo que, el hombro depende de los músculos para su fijación al tronco. La parte superior del brazo está conectada a la escápula por la articulación glenohumeral.
La función del hombro es proporcionar una plataforma para la extremidad superior y para algunos de sus músculos. Aunque la articulación glenohumeral posee una amplitud de movimiento mayor que, por ejemplo, la extremidad inferior en la cadera, esta flexibilidad se ha desarrollado a expensas de la estabilidad. Mientras que la articulación de la cadera posee ligamentos muy fuertes, los de la articulación glenohumeral son escasos y débiles. Para compensar esta debilidad relativa, la articulación glenohu- meral está rodeada por músculos del hombro que forman un manguito, el denominado manguito de los rotadores.

lunes, 22 de junio de 2009

HOMBRO

Los trastornos de la región del hombro son problemas frecuentes tanto en la población general como en la laboral. Hasta un tercio de las mujeres y una cuarta parte de los varones se quejan de sensación de dolor en cuello y hombros a diario o cada dos días. Se calcula que la prevalencia de tendinitis de hombro en la población general es de alrededor del 2 %. En los trabajadores de ambos sexos de Estados Unidos, la prevalencia de tendinitis del hombro se ha calculado hasta en un8% en los expuestos a movimientos muy repetitivos o de gran fuerza con las manos, en comparación con el 1 % aproximadamente en los no sometidos a este tipo de estrés musculosquelético.

sábado, 20 de junio de 2009

EL ESTRES Y EL AGOTAMIENTO, Y SUS • IMPLICACIONES EN EL MEDIO AMBIENTE DE TRABAJO (I)

“La naciente economía mundial exige prestar una atención científica seria a los descubrimientos que favorecen el aumento de la productividad humana en un mundo laboral siempre cambiante y tecnológicamente perfeccionado” (Human Capital Initiative 1992). Los cambios económicos, sociales, psicológicos, demográficos, políticos y ecológicos que tienen lugar en todo el mundo nos obligan a evaluar de nuevo los conceptos de trabajo, estrés y agotamiento en la población activa
El trabajo productivo “exige centrarse en una realidad externa a sí mismo. Por tanto, el trabajo destaca los aspectos racionales de las personas y su capacidad para resolver problemas” (Lowman 1993). Las facetas afectivas y del estado de ánimo del trabajo son objeto de una preocupación cada vez mayor, a medida que el medio ambiente de trabajo se hace más complejo.
Uno de los conflictos que pueden surgir entre el individuo y el mundo del trabajo es la exigencia al trabajador que ocupa su primer empleo de una transición desde el egocentrismo de la adolescencia a la subordinación disciplinada de las necesidades personales a las demandas del puesto de trabajo. Muchos trabajadores necesitan aprender a adaptarse al hecho de que sus sentimientos y valores tienen a menudo escasa importancia o pertinencia en el centro de trabajo.
Para poder seguir tratando del estrés relacionado con el trabajo, es preciso definir este término, tan utilizado en la bibliografía de las ciencias del comportamiento y con tan variados significados. El estrés supone una interacción entre la persona y el medio ambiente de trabajo. Algo sucede en el campo laboral que plantea al individuo una demanda, obstáculo, exigencia u oportunidad de comportamiento y respuesta consiguiente.
“Existe potencial de estrés cuando una situación del entorno se percibe como una demanda que amenaza superar las capacidades y recursos de la persona para satisfacerla, en condiciones en las que él o ella esperan una diferencia sustancial en las recompensas y costes de satisfacer o no esa demanda” (McGrath 1976).
Conviene señalar que el grado en el que la demanda excede la expectativa percibida y el grado de recompensa diferencial esperado del cumplimiento o no de esa demanda reflejan la magnitud del estrés a que la persona se ve sometida. McGrath sugiere, además, que el estrés puede manifestarse de la siguiente forma: “Valoración cognitiva en la que el estrés experimentado subjetivamente depende de la percepción de la situación por la persona. En esta categoría, en las respuestas emocional, fisiológica y del comportamiento influye significativamente la interpretación que hace la persona de la situación de estrés “objetiva” o “externa”.
Otro componente del estrés es la experiencia previa del individuo ante un situación similar y su respuesta empírica. A ello se asocia el factor de refuerzo, positivo o negativo, los éxitos o fracasos que pueden intervenir para reducir o aumentar, respectivamente, los niveles de estrés subjetivo experimentado.

viernes, 19 de junio de 2009

Resumen: nexo entre los estudios sobre el estrés postraumático y la salud en el trabajo

Quizá más que cualquier otro campo de las ciencias de la salud, la medicina del trabajo se ocupa de la relación entre el estrés y la enfermedad. De hecho, gran parte de la investigación sobre el estrés humano efectuada en este siglo ha tenido lugar en el campo de la salud en el trabajo. A medida que las ciencias de la salud, en general, se orientaban más hacia la prevención, el lugar de trabajo se ha convertido en un campo cada vez más importante para el estudio de la influencia del entorno físico y psicosocial en la enfermedad y a la salud, y de los métodos que permiten prevenir los procesos relacionados con el estrés. Al mismo tiempo, desde 1980 se ha producido una revolución en el estudio del estrés postraumático que ha permitido grandes avances en el conocimiento de la respuesta del ser humano al estrés. El profesional de la higiene industrial se encuentra en la intersección entre estos campos, de importancia cada vez mayor.
A medida que el paisaje laboral experimenta esta transformación revolucionaria, y a medida que aprendemos más sobre la productividad, el afrontamiento y el impacto estresante del cambio continuo, se va borrando la línea que separa el estrés crónico del estrés agudo o traumático. La teoría clínica del estrés traumático tiene mucho que aportar a la prevención y el trata- miento del estrés psicológico relacionado con el trabajo. Como en todas las ciencias de la salud, el conocimiento de las causas de un síndrome puede ayudar a su prevención. En el campo del estrés postraumático, el centro de trabajo ha resultado ser un lugar ideal para promocionar la salud y la curación. Los profesionales de la salud familiarizados con los síntomas y causas de las reacciones de estrés postraumático serán más eficaces como agentes de su prevención.

jueves, 18 de junio de 2009

Complicaciones relacionadas con el estrés de los accidentes de trabajo: Seguimiento

Con frecuencia, las reacciones postraumáticas son tardías. Es importante hacer un seguimiento de los trabajadores que se han reincorporado al cabo de 1 y 6 meses. También es importante facilitar a los supervisores información que les permita identificar los eventuales problemas demorados o a largo plazo asociados al estrés postraumático.

miércoles, 17 de junio de 2009

Complicaciones relacionadas con el estrés de los accidentes de trabajo: Reincorporación al trabajo

Toda actividad de asesoramiento o evaluación debe coordinarse con un plan de reincorporación al trabajo. Los trabajadores que han sufrido un traumatismo temen o dudan, con frecuencia, ante la vuelta al lugar de trabajo. La combinación de unas breves sesiones de educación y asesoramiento con visitas al centro del trabajo durante la fase de recuperación ha resultado muy beneficiosa para lograr esta transición y acelerar la reincorporación. Los profesionales sanitarios pueden trabajar en equipo con los supervisores o directivos para lograr una reincorporación progresiva al pleno rendimiento en el puesto de trabajo. Incluso en ausencia de secuelas físicas, los factores emocionales pueden precisar adaptaciones, como permitir que el cajero que ha sido objeto de robo trabaje en otra zona del banco durante parte del día, hasta que se sienta cómodo de nuevo en su ventanilla, de cara al público.

martes, 16 de junio de 2009

Complicaciones relacionadas con el estrés de los accidentes de trabajo: Inter vención precoz

Todas las empresas deberían exigir una breve intervención de salud mental cuando sus empleados se vieran afectados por un accidente grave, agresión u otro acontecimiento traumático. Esta evaluación debe considerarse preventiva, y no ligada al procedimiento de reclamación habitual. Debe prestarse incluso en ausencia de pérdida de tiempo, lesión o necesidad de tratamiento médico. La intervención debe centrarse en la educación y la prevención, más que en un enfoque exclusivamente clínico que puede hacer que esos trabajadores se sientan estigmatizados. La empresa, quizá junto al asegurador, debe hacerse responsable del coste, relativamente pequeño, de este servicio. Hay que intentar que sólo participen profesionales con experiencia o formación especiales en los procesos relacionados con el estrés postraumático.