En un intento de imitar la estrategia utilizada con éxito para la vigilancia y el control de las enfermedades infecciosas, un número cada vez mayor de estados ha impuesto a los médicos la obliga- ción de declarar determinadas enfermedades profesionales
(Freund, Seligman and Chorba 1989). En 1988, 32 estados exigían a los médicos dicha notificación, aunque en 10 de ellos tal obligación se limitaba a una enfermedad profesional concreta, normalmente la intoxicación por plomo o por plaguicidas. En otros estados, como Alaska y Maryland, se extendía a la totalidad de las enfermedades profesionales. En la mayoría de los estados, las notificaciones se utilizan únicamente para el recuento de personas afectadas. Sólo en la tercera parte de los estados que han impuesto la notificación, la remisión de un informe de enfer- medad profesional da lugar a alguna actividad de seguimiento, como la inspección del lugar de trabajo (Muldoon, Wintermeyer
y Eure 1987).
Pese al mayor interés que se ha suscitado por la salud en el trabajo en los últimos tiempos, la notificación oficial de enfermedades profesionales por parte de los médicos es deficiente
(Pollack y Keimig 1987; Wegman y Froines 1985). Incluso en California, estado en el que existe desde hace varios años un sistema de este tipo (Primer Informe del Médico sobre Enfermedades y Lesiones Profesionales) y en el que se registraron casi
50.000 enfermedades profesionales en 1988, el cumplimiento de este requisito de notificación por parte de los médicos se consi- dera insuficiente (BLS 1989).
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