lunes, 5 de mayo de 2014

OLFATO

Existen tres sistemas sensoriales construidos específicamente para controlar el contacto con sustancias ambientales: el olfato (olor), el gusto (sabores dulce, salado, agrio y amargo) y el sentido químico común (detección de irritación o picor). Como requieren la estimulación por sustancias químicas, se denominan sistemas “quimiosensibles”. Los trastornos olfatorios consisten en altera- ciones pasajeras o permanentes: pérdida completa o parcial del olfato (anosmia o hiposmia) y parosmias (disosmia: olores distor- sionados; fantosmia: olores fantasma) (Mott y Leopold 1991; Mott, Grushka y Sessle 1993). Tras las exposiciones químicas, algunas personas describen un aumento de la sensibilidad a los estímulos químicos (hiperosmia). El sabor es la experiencia sensible generada por la interacción del olor, el gusto y los componentes irritantes de los alimentos y las bebidas, así como por la textura y la temperatura. Como la mayoría de los sabores dependen del olor, o aroma, de los alimentos que se ingieren, las lesiones del sistema olfatorio se identifican con frecuencia como un problema del “gusto”.
Las molestias quimiosensibles son frecuentes en la actividad laboral y pueden producirse a partir de la percepción, por un sistema sensorial normal, de las sustancias químicas ambientales. Por otro lado, también pueden indicar una lesión del sistema: el contacto obligado con sustancias químicas aumenta la vulnera- bilidad de estos sistemas sensoriales a las lesiones. En el contexto laboral, estos sistemas pueden dañarse también por trauma- tismos craneales y por agentes no químicos (p. ej., radiación). Los olores ambientales relacionados con los agentes contami- nantes pueden exacerbar procesos médicos subyacentes (p. ej., asma, rinitis), precipitar el desarrollo de aversiones a ciertos olores o causar algún tipo de enfermedad relacionada con el estrés. Se ha demostrado que los malos olores reducen la capacidad para realizar tareas complejas (Shusterman 1992).
La identificación precoz de los trabajadores con pérdida del olfato es esencial. En algunas profesiones como las artes culinarias, la crianza de vinos y las relacionadas con la industria del perfume, es un requisito previo indispensable estar dotado de un buen sentido del olfato. En muchos otros trabajos se necesita tener un olfato normal para obtener un rendimiento óptimo o por la propia seguridad. Por ejemplo, los padres o el personal que trabaja en guarderías confían generalmente en el olfato para determinar las necesidad higiénicas de los niños. Los bomberos necesitan detectar agentes químicos y humos. Cualquier traba- jador con una exposición continua a productos químicos sufre más riesgos si su capacidad olfativa está reducida.
El olfato proporciona un sistema de aviso precoz frente a numerosas sustancias ambientales dañinas. Si esta capacidad se pierde, los trabajadores no serán conscientes de las exposiciones peligrosas hasta que la concentración del agente sea lo suficien- temente alta para producir irritación, lesionar los tejidos respira- torios o ser letal. La detección inmediata puede evitar la progresión de la lesión olfatoria mediante el tratamiento de la inflamación y la reducción de la exposición posterior. Por último, si la pérdida es permanente y grave, puede considerarse una discapacidad que requiera formación para un nuevo trabajo y/o una indemnización.


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