martes, 12 de julio de 2016

Estrategias para un estudio válido - Diseño del estudio - Selección (I)

Los criterios para clasificar a los participantes como casos deben definirse explícitamente. No se puede, o al menos no se debe, intentar estudiar trastornos clínicos que no se haya definido antes claramente. Una forma de reducir al mínimo el efecto que puede tener el hecho de conocer la exposición en la evaluación de la enfermedad es seleccionar sólo los casos graves que se habrían diagnosticado también sin información sobre la historia del paciente. Los estudios sobre el cáncer suelen limitarse a los casos con pruebas histológicas de la enfermedad, para evitar la inclu- sión de lesiones dudosas. Esto significará también que los grupos del estudio se han definido claramente. Por ejemplo, en la epide- miología del cáncer se sabe claramente que los cánceres de dife- rentes tipos histológicos que afectan a un mismo órgano pueden tener factores de riesgo diferentes. Si el número de casos es sufi- ciente, conviene distinguir entre adenocarcinoma de pulmón y carcinoma pulmonar de células escamosas. Cualesquiera que sean los criterios finales de selección, deben siempre definirse y describirse claramente. Por ejemplo, debe indicarse el código exacto de la enfermedad utilizando la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE) y, en el caso del cáncer, la Clasificación Internacional de Enfermedades-Oncología (CIE-O).
Una vez establecidos los criterios, los investigadores deben intentar conseguir el máximo número de participantes. El rechazo a participar en un estudio casi nunca se produce al azar y, por consiguiente, introduce sesgos. Lo primero que debe hacerse es presentar el estudio a los médicos que atienden a los pacientes. Su aprobación es necesaria para establecer contacto con los pacientes y, por consiguiente, deben estar convencidos de la utilidad del estudio. Un argumento que suele convencerles es el interés del estudio para la salud pública. Sin embargo, en esta etapa no conviene discutir la hipótesis exacta del estudio, para evitar influencias no deseadas en los médicos. No se les debe pedir que asuman funciones complementarias; es más fácil convencer a los profesionales sanitarios de que presten su apoyo al estudio cuando los investigadores les facilitan medios para realizar las tareas adicionales que requiere el estudio, además de la asistencia rutinaria. Ni los encuestadores ni los recopiladores de datos deben conocer el estado de salud de los pacientes.


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