jueves, 30 de abril de 2009

EXPOSICIONES DEL RECIEN NACIDO • A SUSTANCIAS TOXICAS DE ORIGEN INDUSTRIAL Y AMBIENTAL

Los peligros de origen ambiental suponen un riesgo especial para lactantes y niños pequeños. Los niños no son “adultos en miniatura”, ni por la forma en que absorben y eliminan los compuestos químicos ni por su respuesta a la exposición a sustancias tóxicas. La exposición neonatal puede ejercer una influencia mayor, pues la superficie del cuerpo es desproporcionadamente grande y la capacidad metabólica (la aptitud para eliminar compuestos químicos) está relativamente infradesarrollada. Al mismo tiempo, aunque los efectos tóxicos potenciales son mayores, porque el cerebro, los pulmones y el sistema inmunitario se encuentran en fase de desarrollo durante los primeros años de vida.
Hay posibilidades de exposición en casa, en guarderías y en zonas de juego:

• Los niños pequeños absorben agentes ambientales del aire (por inhalación) o a través de la piel.
• La ingestión es una importante vía de exposición, en especial cuando el niño empieza a desplegar la actividad de manos a la boca.

• Las sustancias presentes en el pelo, la ropa o las manos de los padres pueden transferirse a los niños.
• La leche materna es otra fuente potencial de exposición para el lactante, los beneficios potenciales de la nutrición materna sobrepasan con creces los potenciales efectos tóxicos de los compuestos químicos presentes en la leche.


En algunos de los efectos sobre la salud examinados en relación con la exposición neonatal, es difícil diferenciar entre episodios pre y postnatales. Exposiciones que se inician antes del nacimiento (por vía placentaria) pueden continuar activas durante la primera infancia. El plomo y el humo de tabaco del medio ambiente se han asociado con deficiencias del desarrollo cognitivo y la función pulmonar, tanto antes como después del nacimiento. En la presente revisión tratamos de centrarnos en las exposiciones postnatales y en sus efectos sobre la salud de los niños muy pequeños.

martes, 28 de abril de 2009

Trastor nos traumáticos (lesiones por latigazo)

En los accidentes de automóvil por alcance, la cabeza (si no dispone de un apoyo posterior) es basculada hacia atrás a gran velocidad y con gran fuerza. En los accidentes menos graves sólo se producen roturas musculares parciales, mientras que los accidentes graves pueden lesionar seriamente los músculos y liga- mentos situados por delante de la columna cervical y dañar asimismo las raíces nerviosas. Los casos más graves se producen cuando se luxan las vértebras cervicales. Las lesiones por latigazo precisan una exploración y un tratamiento cuidadosos, ya que si la lesión no se atiende adecuadamente pueden persistir síntomas duraderos, como cefaleas.

lunes, 27 de abril de 2009

Trastornos crónicos (espondilosis cervical y síndrome cervical)

La degeneración de la columna cervical implica el estrecha- miento del disco, la formación de hueso nuevo (los denominados osteofitos) a partir de los bordes de las vértebras cervicales y el engrosamiento de los ligamentos como en un trastorno agudo. Cuando los osteofitos se extienden a los agujeros intervertebrales, pueden comprimir las raíces nerviosas. Espondilosis es el término utilizado para describir los cambios radiológicos en el cuello, cambios que en ocasiones se asocian a síntomas locales crónicos. Los cambios radiológicos pueden ser avanzados, sin síntomas graves, y a la inversa. Los síntomas suelen consistir en molestias y dolor en el cuello, que en ocasiones se extienden a la cabeza y a la región de los hombros, y movilidad reducida. Cuando están comprimidas las raíces nerviosas se utiliza el diag- nóstico de síndrome cervical . Sus síntomas son molestias y dolor en el cuello, disminución de la movilidad del cuello y síntomas sensitivos y motores en el lado de la raíz nerviosa comprimida. Síntomas como la reducción de la sensibilidad táctil, hormigueo, entumecimiento y disminución de la fuerza son frecuentes en la mano y el brazo. Por tanto, los síntomas son similares a los que aparecen en caso de prolapso agudo del disco, aunque el comienzo suele ser más gradual y la intensidad puede fluctuar dependiendo de la carga de trabajo externa. Tanto la espondilosis cervical como el síndrome cervical son frecuentes en la población general, sobre todo en las personas de edad avanzada. El riesgo de espondilosis cervical es elevado en grupos profesionales que soportan una carga biomecánica alta en las estructuras del cuello, como los mineros del carbón, los dentistas y los traba- jadores de las industrias cárnicas.

domingo, 26 de abril de 2009

Características clínicas y tratamiento de los trastornos del cuello: Trastor nos degenerativos

Trastorno agudo (hernia de disco)

La degeneración de la columna cervical afecta a los discos, que pierden parte de su resistencia incluso a tensiones débiles. La herniación del disco con extrusión de su contenido, o la protrusión del mismo, puede comprometer al tejido nervioso y a los vasos sanguíneos laterales y posteriores al disco. Un trastorno degenerativo agudo del disco es la compresión de las raíces nerviosas que se extienden desde la médula espinal e inervan el cuello, los brazos y la porción superior del tórax. Dependiendo de la altura de la compresión (disco entre la segunda y la tercera vértebras cervicales, entre la tercera y la cuarta, etc.), aparecen síntomas sensitivos y motores agudos de las regiones inervadas por los nervios. La investigación de los síntomas agudos de cuello y brazos incluye una exploración neurológica completa para identificar la altura del posible prolapso del disco y una explora- ción radiológica simple, por lo general complementada con TC
y RM.

viernes, 24 de abril de 2009

Complicaciones relacionadas con el estrés de los accidentes de trabajo

Al revisar las demandas de indemnización de los trabajadores hasta cinco años después de un accidente de trabajo, hemos podido comprobar que el síndrome de estrés postraumático es una consecuencia frecuente de los accidentes de trabajo que ponen en peligro la vida y producen lesiones con desfiguración, o de las agresiones y otros delitos violentos. Es típico que el trastorno permanezca inadvertido durante años, sin que su origen sea sospechado por los profesionales de la medicina, los que resuelven las reclamaciones o los responsables de recursos humanos, e incluso por el propio trabajador. Cuando ello ocurre, la recuperación de la lesión física puede ser mucho más lenta, o incluso imposible.
Las discapacidades y lesiones asociadas al estrés psicológico figuran entre las lesiones de origen laboral más costosas y difíciles de tratar. Al solicitar una “indemnización por estrés”, el trabajador sostiene que ha sufrido una lesión emocional por un acontecimiento o circunstancia de su trabajo. Costosas y difíciles de combatir, las demandas de indemnización por estrés suelen terminar en los juzgados y en el despido del trabajador. Existe, sin embargo, una fuente muchísimo más frecuente pero pocas veces reconocida de demandas por estrés. En estos casos, una lesión grave o la exposición a una situación que pone en peligro la vida dan lugar a un proceso de estrés psicológico no diagnosti- cado y no tratado que influye significativamente en la evolución de la lesión física.
Basándonos en nuestro trabajo sobre lesiones traumáticas y episodios de violencia en centros de trabajo, calculamos que al menos la mitad de las demandas de indemnización objeto de litigio se refieren a procesos de estrés postraumático que no se han identificado ni tratado, u otros componentes psicosociales. En el intento por resolver los problemas médicos y establecer la situación del trabajador, y dado el miedo y desconfianza de muchos sistemas ante las intervenciones de salud mental, los problemas de estrés emocional y psicosociales siempre ocupan un lugar secundario. Cuando no se afronta, el estrés puede adoptar la forma de distintos procesos médicos, que pasan inad- vertidos para la empresa, el gestor de riesgos, el profesional sanitario y el propio trabajador. El estrés relacionado con los traumatismos también origina característicamente la evitación del lugar de trabajo, con el consiguiente aumento del riesgo de conflicto y desacuerdo en torno a la reincorporación al trabajo y la incapacidad laboral.
Muchas empresas y compañías de seguros creen que el contacto con los profesionales de la salud mental se asocia direc- tamente a una demanda costosa e insoluble. Por desgracia, así sucede en muchos casos. Las estadísticas confirman que las demandas por estrés mental son más costosas que las debidas a cualquier otra lesión. Además, aumentan con mayor rapidez que las de cualquier otro tipo. En el supuesto típico de una demanda “físico-mental”, el psiquiatra o psicólogo aparece sólo en el momento —por lo general, meses o incluso años después del acontecimiento— en que se le necesita para hacer una evalua- ción experta en un litigio. En ese momento, el daño psicológico ya está hecho. La reacción de estrés relacionada con el trauma- tismo puede haber impedido que el trabajador vuelva a su trabajo, aunque físicamente parezca curado. A lo largo del tiempo, la reacción de estrés a la lesión original no tratada ha causado una ansiedad o depresión crónicas, una enfermedad somática o un trastorno por abuso de sustancias. De hecho, es raro que la intervención de salud mental se ejecute en el momento en que puede prevenir la reacción de estrés y, por tanto, ayudar al trabajador a recuperarse plenamente del trauma originado por un accidente o agresión graves.
Con un mínimo grado de planificación y oportunidad, los costes y el sufrimiento asociados al estrés originado por el accidente se hallarían en el grupo de las más fácilmente prevenibles de todas las lesiones. A continuación se indican los componentes de un plan eficaz después del acontecimiento lesivo (Braverman 1993a):

jueves, 23 de abril de 2009

Prevención de las reacciones de estrés postraumático después de incidentes traumáticos en el lugar de trabajo.

En los centros de trabajo, distintas situaciones o acontecimientos pueden implicar un riesgo de reacciones de estrés postraumá- tico. Entre ellos se encuentran la violencia o la amenaza de violencia, incluyendo el suicidio, la violencia y el delito entre trabajadores, como el robo a mano armada, los accidentes mortales o graves y la muerte repentina o la crisis médica, como un ataque cardíaco. A menos que se adopten las medidas adecuadas, estas situaciones pueden dar lugar a resultados nega- tivos, como reacciones de estrés postraumático que lleguen a niveles clínicos y otros efectos relacionados con el estrés que afecten a la salud y al rendimiento laboral del trabajador, incluyendo la evitación del lugar de trabajo, los problemas para concentrarse, las alteraciones del estado de ánimo, el retraimiento social, el abuso de sustancias psicoactivas y los problemas familiares. Estas consecuencias afectan no sólo a los trabajadores manuales, sino también al personal administrativo. Los directivos corren un riesgo especial a causa de los conflictos entre sus responsabilidades operativas, su sentimiento de responsabilidad personal por los empleados a su cargo y su propia sensación de shock y dolor. En ausencia de políticas de empresa y de pronta asistencia por parte del personal sanitario para ayudar a afrontar las consecuencias del traumatismo, los directivos de todos los niveles pueden desarrollar sentimientos de impotencia que complican sus propias reacciones de estrés postraumático.
Los acontecimientos traumáticos en el centro de trabajo requieren una respuesta definida de la alta dirección en colabo- ración con el personal de asistencia sanitaria, seguridad, comu- nicaciones y otras funciones implicadas. Un plan de respuesta a las crisis debe cumplir tres objetivos fundamentales:
(1) prevención de las reacciones de estrés postraumáticas llegando a las personas y grupos afectados antes de que se instaure el proceso;
(2) comunicación de la información relacionada con la crisis, a fin de limitar y controlar los rumores;
(3) transmitir confianza en que los directivos pueden controlar la crisis y demostrar preocupación por el bienestar de los empleados.
La metodología de la puesta en práctica de un plan de este tipo ha sido ya descrita (Braverman 1992a, b; 1993b). En ella se subraya la importancia de la comunicación entre directivos y empleados, reuniendo a los afectados y asesorando precozmente a los que corren mayor riesgo de reacción postraumática a causa de sus niveles de exposición o de sus factores de vulnerabilidad personales.
El personal directivo y sanitario de la empresa debe funcionar como un solo equipo y mantenerse alerta ante la posibilidad de reacciones de estrés continuas o tardías que aparezcan semanas o meses después del acontecimiento traumático. Estas reacciones pueden ser difíciles de identificar tanto para los primeros como para los segundos, puesto que a menudo aparecen con retraso y pueden estar enmascaradas como otros problemas. Para un supervisor, una enfermera o un consejero involucrados, la observación de signos de estrés emocional como irritabilidad, retrai- miento o descenso de la productividad pueden ser signos de reacción a un factor de estrés traumático. Cualquier cambio de comportamiento, incluyendo un aumento del absentismo, o incluso un aumento importante de las horas de trabajo (adición al trabajo) puede ser una señal. Es preciso explorar todos los indicios de abuso de alcohol o sustancias psicoactivas y todo cambio del estado de ánimo posiblemente relacionados con un estrés postraumático. Todo plan de respuesta a crisis debe incluir la formación de directivos y profesionales sanitarios para que se mantengan alerta ante estos signos, de forma que la intervención se lleve a cabo lo más precozmente posible.

miércoles, 22 de abril de 2009

Aspectos del diagnóstico y el tratamiento: Tratamiento

Si bien los síntomas de ansiedad y depresión del TEPT pueden responder al tratamiento habitual, p. ej., con fármacos, el trata- miento eficaz difiere de los habitualmente recomendados para estos trastornos. El TEPT es quizá el más fácil de prevenir de todos los procesos psiquiátricos y, en el campo de la salud laboral, tal vez sea el más previsible de todas las lesiones relacionadas con el trabajo. Puesto que su aparición tiene un nexo tan evidente con el acontecimiento desencadenante específico, el tratamiento puede centrarse en la prevención. Proporcionando una educación
y asesoramiento preventivos poco después de la exposición al trauma, las reacciones de estrés posteriores pueden reducirse al mínimo, o incluso evitarse. Que la intervención sea preventiva o terapéutica dependerá en gran parte del momento en que se produzca, pero la metodología aplicable es básicamente idéntica. El primer paso del tratamiento o de la prevención consiste en hacer que la víctima establezca la conexión entre el aconteci- miento desencadenante y su sintomatología. Esta identificación y
“normalización” de lo que son normalmente reacciones de miedo y confusión es importante para aliviar o prevenir los síntomas. Una vez lograda la normalización de la respuesta de estrés, el tratamiento puede orientarse hacia el procesamiento controlado del impacto emocional y cognitivo de la experiencia.
El TEPT o los procesos relacionados con estrés traumático se producen cuando la persona afectada sella en su mente las reac- ciones emocionales y cognitivas inaceptables o intolerablemente intensas provocadas por factores estresantes traumáticos. En general, se admite que el síndrome de estrés puede prevenirse si puede disponerse de la oportunidad de controlar el procesa- miento de las reacciones antes de que éstas hayan sido selladas. En consecuencia, la prevención efectuada mediante una inter- vención oportuna y diestra es la clave del tratamiento de este trastorno. Puede pensarse que estos principios terapéuticos se desvían del enfoque psiquiátrico tradicional aplicado a muchos procesos. En consecuencia, es importante que los trabajadores con riesgo de reacciones de estrés postraumáticas sean tratados por profesionales de la salud mental especialmente formados y experimentados en el tratamiento de los procesos relacionados con traumas. La duración de este tratamiento es variable. Depende del momento en que se efectúe la intervención, de la intensidad del factor estresante, de la gravedad de los síntomas y de la posibilidad de que una exposición traumática desencadene una crisis emocional asociada a experiencias previas o relacio- nadas. Otro aspecto del tratamiento se refiere a la importancia de las modalidades de terapéutica de grupo. Las víctimas de tales acontecimientos pueden obtener grandes beneficios del apoyo de otros que hayan compartido experiencias traumáticas iguales o semejantes. Este aspecto adquiere una importancia especial en el contexto laboral, cuando un grupo de trabajadores
o la totalidad de la plantilla resulta afectada por un accidente, un acto violento o una pérdida traumática.

sábado, 11 de abril de 2009

CONDICIONES DEL ENTORNO: INTRODUCCION (III)

La hipersensibilidad química es, en ocasiones, invocada como consecuencia en ciertos brotes del síndrome del edificio enfermo (SEE) que no se solucionan ni se mitigan tras una investigación rutinaria y la adopción de las medidas pertinentes. En este caso está claro que las SQM afectan a un individuo o a un grupo reducido de personas, y raras veces a toda una población; de acuerdo con algunas definiciones, lo que caracteriza al síndrome del edificio enfermo es su efecto sobre una población. La SQM parece ser endémica en las poblaciones afectadas, mientras que el síndrome del edificio enfermo es a menudo epidémico; sin embargo, investigaciones preliminares parecen indicar que pueden producirse algunos brotes epidémicos de sensibilidad química (y fatiga crónica), como se pudo observar entre los combatientes norteamericanos de la Guerra del Golfo. Todavía es necesario efectuar estudios controlados sobre las sensibilidades químicas múltiples, como los estudios controlados de exposición que han permitido esclarecer en gran medida el papel de los irritantes y los compuestos orgánicos volátiles en el síndrome del edificio enfermo.
Muchos facultativos aseguran que reconocen la SQM cuando la ven, pero no existe una definición consensuada. Se puede incluir como un proceso que se “solapa” a otros síndromes de origen no profesional, como el síndrome de fatiga crónica, la fibromialgia, los trastornos de somatización y otros. Al examinar su relación con los diagnósticos psiquiátricos y con los informes iniciales, parece deducirse que cuando se puede definir acepta- blemente el comienzo del síndrome, disminuye notablemente la morbilidad psiquiátrica concomitante diagnosticable (Fiedler y cols. 1996). El fenómeno de los síntomas desencadenados por olores es muy característico, pero evidentemente no exclusivo, y se cuestiona en qué medida puede ser éste un trastorno de origen profesional. Esto es importante, ya que la definición del Dr. Cullen (1987), como la de muchos otros, describe las sensibilidades químicas múltiples como una secuela de un trastorno profesional o ambiental mejor caracterizado. Sin embargo, como hemos señalado anteriormente, los síntomas que aparecen tras la exposición a niveles ambientales de olores son frecuentes entre los individuos con y sin diagnóstico clínico, y podría ser tan importante analizar las similitudes entre la SQM y otros trastornos como definir sus diferencias (Kipen y cols. 1995; Buchwald y Garrity 1994).

viernes, 10 de abril de 2009

CONDICIONES DEL ENTORNO: INTRODUCCION (II)

Los trabajadores que sufren síntomas del síndrome del edificio enfermo o de sensibilidades químicas múltiples suelen ser menos productivos y a menudo recriminatorios cuando los empresarios o el gobierno son reacios a comprometerse a la adopción de medidas que no pueden garantizar que mejoren dichos síntomas con una total seguridad. Es evidente que los profesionales de la salud laboral son de las pocas personas clave que pueden facilitar unos resultados razonables aceptables para todos y que resulten ventajosos para todos los interesados. Esto es así independientemente de que la causa sean niveles reducidos de contaminantes, incluso en el caso poco frecuente de una verdadera histeria colectiva, que a menudo tiene un desencadenante medioambiental limitado. Es importante que los empresarios utilicen la habilidad y la sensibilidad para aceptar, valorar e incorporar un conjunto de factores en forma de soluciones, como una importante forma de dirigir estos problemas.
El síndrome del edificio enfermo es el trastorno mejor delimi- tado y definible de los dos, e incluso la Organización Mundial de la Salud ha establecido definiciones de él (1987). Aunque continúa el debate, tanto en términos generales como en casos específicos, sobre si una lesión determinada puede atribuirse más a los trabajadores de forma individual o al edificio, todo el mundo reconoce, basándose en estudios de exposición contro- lada a compuestos orgánicos volátiles y en controles epidemioló- gicos, que existen factores ambientales modificables que originan el tipo de síntomas que recogemos en el siguiente artí- culo titulado Síndrome del edificio enfermo. En dicho artículo, Michael Hodgson (1992) detalla la tríada de factores personales, laborales y arquitectónicos que pueden contribuir en diferente medida a los síntomas en población trabajadora. Un problema importante es el de mantener una buena comunicación entre trabajadores y empresarios mientras se desarrolla la investiga- ción y se intentan buscar remedios. Normalmente, los profesionales de la salud necesitarán el asesoramiento de expertos medioambientales para valorar y remediar los brotes identi- ficados.
La definición de las sensibilidades químicas múltiples plantea más problemas que la del síndrome del edificio enfermo. Algunas organizaciones médicas, como la American Medical Association, han publicado tomas de postura en las que ponen en duda los fundamentos científicos del diagnóstico de este trastorno. No obstante, muchos facultativos en activo, aunque sin una base científica rigurosa han defendido la validez de este diagnóstico. Se basan para ello en pruebas diagnósticas no confirmadas o erróneamente interpretadas, como la activación linfocítica o el diagnóstico por imagen del cerebro, y pueden recomendar tratamientos como saunas y megadosis de vitaminas, prácticas que han provocado en parte la animosidad de organizaciones como la Asociación Médica Americana. Sin embargo, nadie niega que existe un grupo de pacientes que se quejan de que experimentan síntomas al estar expuestos a niveles reducidos de sustancias químicas en el medio ambiente. Su sintomatología se solapa a la de otros síndromes subjetivos, como el síndrome de fatiga crónica y la fibromialgia. Esta sinto- matología son dolores, fatiga y confusión, se acentúan con la exposición a niveles reducidos de sustancias químicas y parecen afectar a un porcentaje sustancial de pacientes diagnosticados de estos otros síndromes. De gran importancia, aunque todavía sin resolver, es la cuestión de si los síntomas de la sensibilidad química son adquiridos (y en qué medida) a causa de una sobreexposición previa al producto, o si (como ocurre en la mayoría de los casos publicados) aparecen sin que pueda identificarse un factor desencadenante importante.

jueves, 9 de abril de 2009

CONDICIONES DEL ENTORNO: INTRODUCCION (I)

En la última edición de esta Enciclopedia no se incluyó ningún artículo sobre el síndrome del edificio enfermo (SEE) ni sobre la multisensibilidad química (SQM) (esta última denominación fue acuñada por Cullen en 1987). La mayoría de los profesionales dedicados a la medicina del trabajo no se sienten muy cómodos con estos fenómenos sintomáticos que tienen a menudo connotaciones psicológicas, debido (al menos en parte) a que los pacientes con estos síndromes no responden satisfactoriamente a las actuaciones tradicionales de la medicina del trabajo, principalmente, la reducción de la exposición. Los médicos ajenos a la medicina del trabajo y la práctica médica, en general, también reaccionan de manera parecida: consideran a los pacientes con una patología escasamente verificable, como los que se quejan de un síndrome de fatiga crónica o de fibromialgias, más difíciles de tratar (y que generalmente se consideran a sí mismos más discapacitados) que los que presentan alteraciones deformantes, como la artritis reumatoide. Es evidente que existen muchas menos obligaciones legales en relación con el síndrome del edificio enfermo y las sensibilidades químicas múltiples que con los síndromes profesio- nales clásicos, como las intoxicaciones por plomo o la silicosis. Esta incomodidad que sienten los facultativos que atienden a esos pacientes y la falta de un marco legal adecuado representan un gran inconveniente, por muy comprensibles que puedan ser, ya que hacen que se minimice la importancia de estas alteraciones cada vez más corrientes, aunque sean en gran medida subjetivas
y no amenacen la vida. Dado que muchos trabajadores con estos procesos reclaman la incapacidad total, y son pocos los ejemplos de curación que se pueden encontrar, las sensibilidades químicas múltiples y el síndrome del edificio enfermo representan retos considerables para los sistemas aseguradores.
En los países desarrollados, en los que se controlan mejor muchas tóxicos laborales clásicos, se concede cada vez mayor importancia económica y sanitaria a los síndromes que provocan una sintomatología, como los que se están investigando actual- mente y que implican unos niveles de exposición reducidos. Los empresarios se sienten frustrados ante estos trastornos por diferentes razones. Como el hecho de que en la mayoría de las jurisdicciones no existen normas legales claras que hagan referencia a la atmósfera del interior de los edificios o a los individuos con una hipersensibilidad (con la importante excepción de las personas con alergias reconocidas), no pueden saber si están cumpliendo las normas vigentes o no. Los niveles de contami- nantes específicos establecidos para la industria, como los niveles de exposición permisible de la Administración para la Seguridad
y Salud del Trabajo (Occupational Safety and Health Administration, OSHA), o los valores límite umbral TLV de la Conferencia Americana de Higienistas Industriales del Gobierno (ACGHI), son claramente inadecuados para prevenir o predecir los trastornos sintomáticos en administrativos y trabajadores de la educación. Por último, dada la aparente importancia de la sensibilidad individual y de los factores psicológicos como elementos determinantes de la respuesta a niveles reducidos de contaminantes, no resulta tan sencillo como a muchos les gustaría predecir el efecto de las medidas medioambientales antes de adoptar una decisión sobre los escasos recursos para los edificios o el mantenimiento. A menudo, tras la aparición de estos trastornos se encuentra un posible culpable, como los niveles elevados de compuestos orgánicos volátiles en relación con la atmósfera exterior, y a pesar de tomar las medidas perti- nentes, los trastornos persisten o reaparecen.

martes, 7 de abril de 2009

Tipos de enfermedades profesionales de la piel: Foliculitis y dermatosis acneiformes, incluido el cloracné

Las personas que desempeñan su trabajo en condiciones de suciedad desarrollan con frecuencia lesiones que afectan a los orificios foliculares. Los comedones (puntos negros) pueden ser el único efecto obvio de la exposición, aunque suelen producirse también infecciones secundarias del folículo. El problema puede agravarse también si la higiene personal y los hábitos de aseo son inapropiados. Las lesiones foliculares suelen aparecer en los antebrazos y, con menos frecuencia, en los muslos y las nalgas, aunque pueden presentarse en cualquier sitio, salvo en las palmas de las manos y las plantas de los pies.
Las lesiones foliculares y acneiformes se producen por la exposición excesiva a líquidos de corte insolubles, a diversos productos del alquitrán, a la parafina y a ciertos hidrocarburos clorados aromáticos. El acné producido por cualquiera de estos agentes puede ser muy extenso. El cloracné es la forma más grave, no sólo por la posible desfiguración (hiperpigmentación y cicatrización), sino también por la lesión hepática, incluida la porfiria cutánea tarda y otros efectos sistémicos que pueden provocar los agentes químicos. Entre los compuestos que causan cloracné se encuentran los cloronaftalenos, los clorodifenilos, los clorotrifenilos, la hexaclorodibenzoioxina, el tetracloroazoxibenceno y la tetraclorodibenzodioxina (TCDD). Los puntos negros y las lesiones quísticas del cloracné suelen aparecer primero en las zonas laterales de la frente y en los párpados. Si la exposición continúa, pueden aparecer lesiones sobre extensas áreas corporales, salvo en las zonas palmares y plantares.

lunes, 6 de abril de 2009

Tipos de enfermedades profesionales de la piel: Dermatitis por fotosensibilidad (fototóxica o fotoalérgica)

La mayoría de las fotorreacciones sobre la piel son de origen fototóxico. Las fuentes de luz artificiales o naturales, solas o combinadas con varios agentes químicos, plantas o fármacos, pueden inducir una respuesta fototóxica o de fotosensibilidad. La reacción fototóxica suele limitarse a las zonas expuestas a la luz, mientras que la reacción de fotosensibilidad suele desarrollarse en superficies no expuestas. Algunos ejemplos de sustancias químicas fotorreactivas son los productos de destilación del alquitrán de hulla, como la creosota, la brea de alquitrán y el antraceno. Los miembros de la familia de plantas Umbelliferae son productos fotorreactivos bien conocidos. Entre los miembros de la familia figuran la chirivía, el apio, las zanahorias, el hinojo y el eneldo. Los psoralenos son el agente reactivo de estas plantas.

domingo, 5 de abril de 2009

Tipos de enfermedades profesionales de la piel: Dermatitis de contacto eccematosa crónica

Si una dermatitis de contacto recidiva durante un período prolongado de tiempo se denomina dermatitis de contacto eccematosa crónica. Las zonas afectadas con más frecuencia por las lesiones eccematosas crónicas son las manos, los dedos, las muñecas y los antebrazos; la piel afectada está enrojecida, seca y es descamativa. En algunos casos se producen grietas y fisuras en los dedos y las palmas de las manos. Otro hallazgo frecuente es la distrofia ungueal crónica. Con frecuencia, las lesiones rezuman líquido tras una nueva exposición al agente responsable o a causa de un tratamiento o cuidado inapropiados. Numerosos agentes que no fueron responsables de la dermatosis original mantienen este problema cutáneo recidivante crónico.

viernes, 3 de abril de 2009

Audiometría: Presbiacusia

La presbiacusia o pérdida auditiva relacionada con la edad comienza en general a los 40 años y progresa de forma gradual. Suele ser bilateral. En la presbiacusia no se observa la depresión característica a 4,000 Hz observada en la pérdida auditiva inducida por el ruido. Sin embargo, es posible que los efectos de la edad se superpongan a la pérdida auditiva relacionada con el ruido.

jueves, 2 de abril de 2009

Cálculo de la pérdida auditiva

En Estado Unidos, la fórmula más ampliamente aceptada para calcular la limitación funcional relacionada con la pérdida auditiva es la propuesta en 1979 por la American Academy of Otolaryngology (AAO), que fue adoptada por la American Medical Association. Se basa en la media de valores obtenidos a 500, 1.000, 2.000 y 3.000 Hz (Tabla 11.1), en los que el límite inferior de la limitación funcional se estableció en 25 dB.

miércoles, 1 de abril de 2009

Exploración de los individuos con pérdida auditiva: Audiometría


En este componente crucial de la evaluación médica se utiliza un aparato conocido como audímetro para determinar el umbral auditivo de los individuos a tonos puros de 250-8.000 Hz y niveles de sonido entre -10 dB (el umbral de audición de los oídos intactos) y 110 dB (lesión máxima). Para eliminar los efectos de las VTU, los pacientes no deben haber sido expuestos a ruidos en las 16 horas previas. La conducción aérea se determina con unos auriculares colocados en los oídos y la conducción ósea, colocando un diapasón en el cráneo por detrás del pabellón auricular. La audición de cada oído se determina por separado y los resultados de las pruebas se describen en una gráfica conocida como audiograma (Figura 11.3). El umbral de inteligibilidad, esto es, la intensidad de sonido a la que se entiende el habla, se determina mediante una prueba complementaria conocida como audiometría vocal, basada en la capacidad para entender palabras compuestas de dos sílabas de igual intensidad (por ejemplo, pastor, cena, genial).
La comparación entre la conducción aérea y la ósea permite clasificar las pérdidas auditivas como de transmisión (las que afectan al conducto auditivo externo o al oído medio) o neurosensoriales (afectación del oído interno o del nervio auditivo)(Figuras 11.3 y 11.4). El audiograma que se observa en los casos de pérdida auditiva inducida por el ruido se caracteriza por la aparición de pérdida auditiva a 4.000 Hz, visible como un descenso marcado en el audiograma (Figura 11.3). Si la exposi- ción a los niveles excesivos de ruido continúa, las frecuencias cercanas se afectan de forma progresiva y la depresión en la curva se ensancha e incluye frecuencias de hasta 3.000 Hz, con lo que se comprometen las frecuencias esenciales para la comprensión de la conversación. La pérdida auditiva inducida por el ruido suele ser bilateral y muestra un patrón similar en ambos oídos, es decir, la diferencia entre los dos oídos no supera los 15 dB a 500 Hz, los 1.000 dB a 2.000 Hz, y los 30 dB a 3.000, 4.000 y 6.000 Hz. No obstante, puede haber lesión asimétrica en casos de exposición no uniforme, por ejemplo, en los tiradores, en los que la pérdida auditiva es mayor en el lado contrario al del dedo que dispara (el lado izquierdo, en una persona diestra). En la pérdida auditiva no relacionada con la exposición al ruido, la audiometría no muestra la depresión característica a 4.000 Hz (Figura 11.4).
Hay dos tipos de exploraciones audiométricas: de detección selectiva y diagnósticas. La audiometría de detección selectiva se utiliza para la exploración rápida de grupos de individuos en el lugar de trabajo, en escuelas o en otros sitios de la comunidad para identificar a las personas que parecen presentar alguna pérdida auditiva. Casi siempre se utilizan audímetros electró- nicos de comprobación automática y, en general, en una zona tranquila, aunque no es necesario emplear una cámara sin vibraciones insonorizada. Se considera que esta última es un requisito obligado para la audiometría diagnóstica destinada a determinar la pérdida auditiva con precisión y exactitud repro- ducibles. La exploración diagnóstica se realiza de forma apro- piada por un audiólogo entrenado (en algunas circunstancias, se requiere una certificación formal de la competencia del audió- logo). La exactitud de ambos tipos de audiometría depende de la comprobación y de la recalibración periódicas del equipo utilizado.
En numerosos marcos jurídicos, los individuos con pérdida auditiva inducida por el ruido relacionada con el trabajo pueden recibir prestaciones por indemnización. Por esto, numerosas empresas están incluyendo la audiometría en la exploración médica previa al comienzo en un puesto de trabajo para detectar cualquier pérdida auditiva que pueda ser
responsabilidad de una empresa previa o que represente una exposición de carácter no profesional.
Los umbrales de audición aumentan de forma progresiva con la edad y se afectan más las frecuencias más altas (Figura 11.3). Con este tipo de pérdida auditiva no se observa el característico descenso a 4.000 Hz observado en la pérdida auditiva inducida por el ruido.